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Mensajes Selectos Tomo 1
inmutables, que caminan de acuerdo con las tradiciones y manda-
mientos de los hombres, como lo hicieron los judíos en el tiempo
de Cristo. Ellos eran muy minuciosos en los ritos de la iglesia, muy
rigurosos en seguir sus formas, pero estaban destituidos de vitalidad
y consagración religiosa. Fueron representados por Cristo como los
cueros secos que entonces se usaban como recipientes. El Evangelio
de Cristo no podía ser colocado en sus corazones, pues no había
lugar para recibirlo. No podían ser los nuevos odres en los cuales
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él pudiera derramar su vino nuevo. Cristo estuvo obligado a buscar
odres para su doctrina de verdad y vida entre otras personas que
no eran los escribas y los fariseos. Tuvo que buscar hombres que
estuvieran dispuestos a recibir la regeneración del corazón. Vino
a dar nuevos corazones a los hombres. El dijo: “Os daré corazón
nuevo”. Pero los que tenían justicia propia en aquellos días y los
de estos días, no sentían ni sienten la necesidad de tener un cora-
zón nuevo. Jesús pasó por alto a los escribas y fariseos porque no
sentían la necesidad de un Salvador. Estaban adheridos a formas y
ceremonias. Esos servicios habían sido instituidos por Cristo; ha-
bían estado llenos de vitalidad y belleza espiritual, pero los judíos
habían perdido la vida espiritual de sus ceremonias y se aferraban
a las formas muertas después de que la vida espiritual se había ex-
tinguido entre ellos. Cuando se apartaron de los requerimientos y
mandamientos de Dios, procuraron reemplazar el lugar de lo que
habían perdido multiplicando sus propios requisitos y haciendo de-
mandas más rigurosas que las que había hecho Dios. Y mientras se
hacían más rígidos, menos manifestaban el amor y el Espíritu de
Dios. Cristo dijo al pueblo: “En la cátedra de Moisés se sientan los
escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis,
guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque
dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y
las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un
dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos
por los hombres, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los
primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí,
Rabí”. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque diez-
máis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante
de la ley: la justicia, la misericordia y la fe.
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