Página 58 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
mensajes que hacían resaltar sus errores y peligros fueran leídos
delante de otros para que ellos también se beneficiaran.
Con frecuencia, después de que se leían testimonios de repren-
sión, se efectuaban confesiones sinceras. Entonces nos uníamos en
oración y el Señor manifestaba su gracia perdonadora a los que
habían confesado sus pecados. La aceptación de los testimonios
producía ricas bendiciones de Dios en nuestras congregaciones.
Fielmente me esfuerzo por redactar lo que me es dado de vez
en cuando mediante el divino Consolador. Algunas partes de lo
que escribo son enviadas inmediatamente para hacer frente a las
necesidades actuales de la obra. Otras partes son retenidas hasta que
el transcurso de las circunstancias me convence de que ha llegado
el momento de su uso. A veces, algunos ministros y médicos que
llevan responsabilidades han fomentado la tendencia de descartar
los testimonios, y se me ha instruido a no colocarlos en sus manos,
pues al haberse rendido al espíritu que tentó y venció a Adán y
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a Eva, han abierto la mente y el corazón al dominio del enemigo.
Estando en un sendero equivocado y trabajando bajo suposiciones
engañosas, leerían en los testimonios cosas que no hay pero que
están de acuerdo con las falsas declaraciones a las que han prestado
oídos. Al leer los testimonios alumbrados por sus propias luces, son
engañados y engañarán a otros.
A veces, después de que se han redactado reproches muy nítidos
y decididos, son retenidos por un tiempo hasta que, por medio de
correspondencia personal yo haya procurado cambiar el espíritu de
aquellos a quienes iban dirigidos. Si esos esfuerzos son infructuosos,
los mensajes, con toda la fuerza de su reprensión o reproche, les son
enviados, ya sea que los escuchen o que nieguen la veracidad del
mensaje.
Si aquellos cuyos errores son señalados confiesan su mal proce-
der, puede quebrantarse el hechizo del enemigo. Si se arrepienten
y abandonan sus pecados, Dios es fiel y justo para perdonarles sus
pecados y limpiarlos de toda maldad. Cristo, el Redentor que perdo-
na los pecados, les quitará sus vestimentas inmundas, les dará otro
ropaje y pondrá una hermosa mitra sobre su cabeza. Pero mientras
rehúsen apartarse de la iniquidad, no pueden desarrollar un carácter
que resista en el gran día del juicio.