Página 74 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
obediencia a la verdad y estar preparado para encontrarse con él sin
falta, en su venida.
Si después del gran chasco de 1844 los adventistas se hubiesen
mantenido firmes en su fe, y unidos en la providencia de Dios que
abría el camino, hubieran proseguido recibiendo el mensaje del
tercer ángel y proclamándolo al mundo con el poder del Espíritu
Santo, habrían visto la salvación de Dios y el Señor hubiera obrado
poderosamente acompañando sus esfuerzos, se habría completado
la obra y Cristo habría venido antes de esto para recibir a su pueblo
y darle su recompensa.
Pero muchos de los creyentes adventistas claudicaron en su fe
en el período de duda e incertidumbre que siguió al chasco. Se
introdujeron disensiones y divisiones. Por escrito y verbalmente,
la mayoría se opuso a los pocos que, guiados por la providencia
de Dios, recibieron la reforma del día de reposo y comenzaron a
proclamar el mensaje del tercer ángel. Muchos que debieran haber
dedicado su tiempo y talentos al único propósito de hacer resonar la
amonestación por el mundo, quedaron absorbidos en su oposición a
la verdad del sábado y, a su vez, el trabajo de sus defensores nece-
sariamente se empleó en contestar a esos oponentes y defender la
verdad. Así se estorbó la obra y el mundo fue dejado en tinieblas. Si
todo el núcleo de adventistas se hubiera unido en los mandamientos
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de Dios y la fe de Jesús, ¡cuán inmensamente diferente habría sido
nuestra historia!
No era la voluntad de Dios que se demorara así la venida de
Cristo. Dios no tuvo el propósito de que su pueblo, Israel, vagara
cuarenta años por el desierto. Prometió guiarlos directamente a la
tierra de Canaán, y establecerlos allí como un pueblo santo, lleno
de salud y feliz. Pero aquellos a quienes primero se les predicó, no
entraron “a causa de incredulidad”.
Hebreos 3:19
. Sus corazones
estuvieron llenos de murmuración, rebelión y odio, y Dios no pudo
cumplir su pacto con ellos.
Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la
rebelión impidieron la entrada del antiguo Israel en la tierra de
Canaán. Los mismos pecados han demorado la entrada del moderno
Israel en la Canaán celestial. En ninguno de los dos casos faltaron
las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta de