Examinaos a vosotros mismos
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“Oh—dijo el mensajero celestial—, las instituciones del Señor
están terriblemente atrasadas respecto de la grandeza de las verda-
des que se están cumpliendo en el tiempo actual. Hay un terrible
concepto erróneo de las demandas del deber. La atmósfera helada
en que viven satisfechos los creyentes retarda los movimientos ab-
negados que debieran efectuarse para amonestar al mundo y salvar a
las almas.
“Los poderes de las tinieblas están obrando con esfuerzos in-
tensos, y año tras año millares de personas, de todo pueblo, nación
y lengua, pasan a la eternidad, sin amonestación y sin preparación.
Nuestra fe debe significar algo más definido, más decidido, más
importante.
“Pregunto a mis instituciones e iglesias: ‘¿Creéis en la Palabra
de Dios? ¿Qué, pues, estáis haciendo en las actividades misioneras?
¿Estáis trabajando con abnegación y renunciamiento? ¿Creéis que
la Palabra de Dios quiere decir lo que dice? Vuestras acciones de-
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muestran que no creéis. ¿Cómo haréis frente en el tribunal de Dios
a los incontables millones que pasan a la eternidad sin haber sido
amonestados?
“‘¿Habrá un segundo tiempo de gracia? No, no. Debe desdeñarse
esa necedad inmediatamente. Todo lo que tendremos es el actual
tiempo de gracia. ¿Comprendéis que la salvación de los seres huma-
nos caídos debe efectuarse en esta vida presente, o se perderán para
siempre?’”
Nuestras responsabilidades
El mensaje de Laodicea se aplica a la iglesia en este tiempo.
¿Creéis ese mensaje? ¿Tenéis corazones sensibles? ¿O decís cons-
tantemente: Somos ricos, y estamos enriquecidos, y no tenemos
necesidad de nada? ¿Es en vano que se haya dado la declaración de
la verdad eterna a esta nación para ser llevada a todas las naciones
del mundo? Dios ha elegido a un pueblo y lo ha hecho depositario de
una verdad saturada de resultados eternos. Le ha dado la luz que de-
be iluminar al mundo. ¿Se ha equivocado Dios? ¿Somos realmente
sus instrumentos escogidos? ¿Somos los hombres y mujeres que han
de llevar al mundo los mensajes del capítulo catorce del Apocalipsis,
que han de proclamar el mensaje de salvación a los que están al