Página 127 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La muerte de mi esposo
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El tiempo exige una actividad enérgica y decidida de parte de los
que creen en la verdad presente. Si la espera de la venida de nuestro
Libertador parece larga; si postrados por la aflicción y fatigados
por el trabajo nos sentimos impacientes de recibir una exoneración
honrosa que nos aleje del campo de batalla, recordemos -y que
ese recuerdo acalle toda queja- que hemos sido dejados sobre la
tierra para hacer frente a tormentas y conflictos, para perfeccionar
el carácter cristiano, para conocer mejor a Dios nuestro Padre, y a
Cristo nuestro Hermano mayor, y para hacer la obra del Maestro y
ganar muchas almas para Cristo. “Los entendidos resplandecerán
como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a
la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”.
Daniel 12:3
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