Página 131 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Eres guardián de tu hermano
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manos del enemigo. Dijo el ángel: “Mira y verás que este sentimiento
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prevalece: ‘¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?’” Volvió a decir
el ángel: “Eres guarda de tu hermano. Tu profesión y tu fe exigen
de ti que te niegues a ti mismo y que te ofrendes a Dios, o serás
indigno de la vida eterna; porque fue comprada para ti a gran precio,
a saber, por la agonía, los sufrimientos y la sangre del amado Hijo
de Dios”. Vi que muchos en diferentes lugares, en los Estados del
este y del oeste, están añadiendo una propiedad a otra, un terreno
a otro, una casa a otra, y se excusan diciendo que lo hacen para
poder ayudar a la causa. Se encadenan a sí mismos, de manera que
pueden ser de muy poco beneficio para la causa. Algunos compran
un terreno y trabajan con toda su fuerza para pagarlo. Su tiempo
está tan ocupado que casi no pueden dedicar un momento para
orar y servir a Dios, ni para obtener de él fuerzas para vencer las
tentaciones. Se hallan endeudados, y cuando la causa necesita su
ayuda, no se la pueden prestar, porque deben primero librarse de
las deudas. Pero tan pronto como se libran de una deuda se hallan
más imposibilitados de ayudar a la causa que antes, porque vuelven
a contraer obligaciones aumentando sus propiedades. Se lisonjean
de que su conducta es correcta porque emplearán los créditos en la
causa, cuando, en realidad están acumulando tesoros aquí. Aman la
verdad en palabra, pero no en obra. Aman la causa precisamente en
la medida en que sus obras lo demuestran. Aman más al mundo, y
menos a la causa de Dios. La atracción de la tierra se robustece más,
y se debilita la atracción del cielo. Su corazón está con su tesoro.
Por su ejemplo, indican a los que los rodean que su intención es
permanecer aquí, pues este mundo es su patria. Dijo el ángel: “Eres
guarda de tu hermano”.
Muchos han hecho gastos inútiles, tan sólo para complacer los
sentimientos, el gusto y los ojos, mientras la causa necesitaba los
mismos recursos que así usaban, y mientras algunos de los siervos
de Dios iban mal vestidos y se veían estorbados en su labor por
falta de recursos. Dijo el ángel: “Pronto habrá pasado su tiempo
de trabajar. Sus obras demuestran que el yo es su ídolo y que le
ofrecen sacrificios”. Primero debe complacerse el yo; su sentimiento
es: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Muchos han recibido
amonestación tras amonestación, pero no las han oído. El yo es el
fin principal, y a él debe someterse todo lo demás.