Página 143 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Prepárate para encontrarte con tu Dios
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habrán de sufrir la agonía que Cristo soportó en la cruz para obtener
la redención que ellos han rehusado. Y se darán cuenta de lo que
han perdido: la vida eterna y la herencia inmortal. El gran sacrificio
que fue hecho para salvar las almas, nos revela su valor. Cuando el
alma preciosa se perdió, se perdió para siempre.
Vi a un ángel de pie con una balanza de dos platillos en cada
mano, que pesaba los pensamientos y el interés del pueblo de Dios,
especialmente de los jóvenes. En el platillo de una balanza estaban
los pensamientos y los intereses que tendían hacia el cielo; en el
platillo de la otra se hallaban los pensamientos y los intereses terre-
nales; en este platillo se arrojaba toda la lectura de los cuentos, los
pensamientos dedicados a los vestidos, la ostentación, la vanidad y
el orgullo, etc. ¡Oh, cuán solemne momento! Los ángeles de Dios,
de pie, pesan con balanzas los pensamientos de los que profesan ser
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hijos de Dios, de aquellos que aseveran haber muerto al mundo y
estar vivos para Dios. El platillo lleno con los pensamientos terre-
nales, la vanidad y el orgullo, bajaba rápidamente a pesar de que se
agregaba pesa tras pesa al otro platillo.
El platillo que contenía los pensamientos e intereses referentes
al cielo subía mientras que el otro bajaba. ¡Qué liviano era! Puedo
relatar esto como lo vi; pero nunca podré reproducir la solemne y
vívida impresión que se grabó en mi mente, al ver al ángel que tenía
la balanza donde se pesaban los pensamientos e intereses del pueblo
de Dios. Dijo el ángel: “¿Pueden los tales entrar en el cielo? No,
no, nunca. Diles que la esperanza que ahora poseen es vana, y que
a menos que se arrepientan prestamente, y obtengan la salvación,
perecerán”.
La apariencia de piedad no salvará a nadie. Todos deben tener
una experiencia profunda y viva. Esto es lo único que los salvará en
el tiempo de angustia. Entonces será probada su obra para ver de
qué clase es; si es de oro, plata y piedras preciosas, serán escondidos
como en lo secreto del pabellón de Jehová. Pero si su obra es de
madera, paja y hojarasca, nada podrá protegerlos del fuego de la ira
de Jehová.
Tanto los jóvenes como los de más edad, tendrán que dar razón
de su esperanza; pero sus mentes destinadas por Dios a cosas mejo-
res, formadas para servirle perfectamente, se han espaciado en cosas
insensatas en vez de hacerlo en los intereses eternos. Esa mente