Página 186 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Vi que muchos en Nueva York se han preocupado tanto de sus
hermanos, por mantenerlos en el camino derecho, que han descuida-
do sus propios corazones. Sienten tanto temor de que sus hermanos
no sean celosos ni se arrepientan, que se olvidan de que ellos mis-
mos padecen de males que deben corregirse. Tratan de enderezar
a sus hermanos teniendo ellos mismos sus propios corazones no
santificados. La única forma como los hermanos y las hermanas de
Nueva York pueden levantarse es que cada uno atienda su propio
caso individual, y ponga en orden su propio corazón. Si resulta claro
que un hermano ha cometido un pecado, no hay que contarlo a los
demás, sino que con amor por el alma de ese hermano, con el cora-
zón lleno de compasión y con misericordia, hay que hacerle ver a él
mismo el mal que ha cometido, y luego hay que dejar ese asunto con
él y el Señor. Así habrá cumplido con su deber de miembro que tuvo
conocimiento del mal cometido. Pero nadie debe dictar sentencia.
Se ha convertido en un asunto muy liviano la tarea de controlar
la vida de un hermano, de condenarlo y de mantenerlo bajo conde-
nación. Se ha manifestado celo por Dios, pero sin conocimiento. Si
cada uno pusiera orden en su propio corazón, cuando los hermanos
se reúnen su testimonio sería espontáneo y procedería de un alma
llena, lo cual conmovería a las personas que no creen en la verdad.
La manifestación del Espíritu de Dios diría a sus corazones que vo-
sotros sois hijos de Dios. Nuestro amor mutuo debiera ser evidente
para todos. Entonces hablaría y tendría influencia.
Vi que la iglesia de Nueva York podría levantarse. Ocupaos de
la obra individualmente, manifestad celo por la causa y arrepentíos;
y después de haber corregido todos los males, creed que Dios os
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acepta. No murmuréis sino que aceptad la Palabra de Dios. Vedlo
con diligencia y creed que él os recibe. Una parte de la obra consiste
en creer. El que ha prometido es fiel. Avanzad por fe.
Los hermanos pueden levantarse en Nueva York como tam-
bién en otros lugares, y pueden beber la salvación de Dios. Pueden
avanzar con entendimiento, y cada uno puede tener una experien-
cia personal en este mensaje del Testigo Fiel a los laodicenses. La
iglesia siente que se encuentra caída, pero no sabe cómo levantarse.
Las intenciones de algunos pueden ser muy buenas; pueden hacer
confesiones; sin embargo vi que son observados con sospecha y se
los considera ofensores por una palabra pronunciada, hasta que no