Página 187 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Pleitos en la iglesia
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tienen libertad ni salvación. No se atreven a manifestar los sencillos
sentimientos del corazón, porque saben que se los observa. Dios
desea que su pueblo le tema a él y tengan confianza unos con otros.
Vi que muchos se han aprovechado de lo que Dios ha mostrado
con respecto a los pecados y males de otros. Han tomado el sig-
nificado extremo de lo que se ha mostrado en visión, y luego han
insistido en ello hasta que se ha producido la tendencia a debilitar
la fe de muchos en lo que Dios ha mostrado, y se ha desanimado y
desalentado a la iglesia. Los hermanos debieran manifestar tierna
compasión en su trato mutuo. Debieran tratar con mucha delicadeza
los sentimientos de los demás. Ocuparse de los males de los demás
debiera ser la obra más delicada e importante de todas. Un hermano
debiera ocuparse de ello con la mayor humildad y considerando sus
propias debilidades, para que él mismo no sea tentado.
He visto el gran sacrificio que Jesús hizo para redimir a los seres
humanos. No consideró su vida demasiado valiosa para sacrificarla.
Jesús dijo: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado”.
Juan
15:12
. Cuando un hermano peca, ¿siente usted que podría dar su
vida para salvarlo? Si siente en esa forma, puede aproximarse a él y
ejercer influencia en su corazón; usted es justamente la persona que
puede hablar con ese hermano. Pero resulta lamentable que muchos
que profesan ser hermanos, no están dispuestos a sacrificar ninguna
de sus opiniones, ni su juicio, para salvar al hermano. Hay muy poco
amor mutuo. Se manifiesta un espíritu de egoísmo.
El desánimo ha invadido la iglesia. Los miembros han estado
amando el mundo, amando sus granjas, su ganado, etc. Ahora Jesús
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los llama a apartarse, a hacerse tesoros en el cielo, a comprar oro,
vestidos blancos y colirio. Estos son tesoros preciosos. Obtendrán la
entrada al reino de Dios para el que los posea.
El pueblo de Dios debe avanzar con entendimiento. No debie-
ra estar satisfecho hasta haber confesado todo pecado conocido;
después de eso tienen el privilegio y el deber de creer que Jesús
los acepta. No deben esperar que otros se abran paso a través de
las tinieblas y obtengan la victoria para que ellos la disfruten. Ese
gozo durará únicamente hasta que termine la reunión. A Dios hay
que servirle por principio y no por sentimiento. Ganad la victoria
para vosotros mismos en la mañana y en la noche en vuestra propia
familia. No permitáis que vuestros afanes diarios os impidan ha-