El joven rico
Mientras me encontraba en Monterrey, Míchigan, el 8 de octubre
de 1854 se me mostró en visión que la condición de muchos obser-
vadores del sábado era como la del joven rico que acudió a Jesús
para averiguar lo que debía hacer a fin de heredar la vida eterna.
“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿Qué bien haré
para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?
Ninguno hay bueno si no uno: Dios. Mas si quieres entrar en la
vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No
matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.
Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti
mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende
lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven
y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía
muchas posesiones.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos. De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os
digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que
entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se
asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible;
mas para Dios todo es posible”.
Mateo 19:16-26
.
Jesús le citó al joven rico cinco de los últimos seis mandamientos,
y también el segundo gran mandamiento que sirve como base a
los últimos seis. El joven pensó que había guardado los que Jesús
mencionó. El Señor no habló de los primeros cuatro mandamientos,
que contienen nuestro deber hacia Dios. En respuesta a la pregunta
del joven: “¿Qué más me falta?” Jesús le contestó: “Si quieres ser
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perfecto, anda vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo”.
Ahí estaba su deficiencia. Falló en guardar los primeros cuatro
mandamientos, y también los últimos seis. Falló en amar a su pró-
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