Página 193 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El joven rico
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jimo como a sí mismo. Jesús dijo: “Dalo a los pobres”. Jesús tocó
sus posesiones. “Vende lo que tienes y dalo a los pobres”. En esta
referencia directa señaló cuál era su ídolo. Su amor a las riquezas
era supremo, por lo tanto era imposible que él amara a Dios de todo
corazón, con toda el alma y con toda la mente. Y ese amor supremo
por sus riquezas cerró sus ojos a las necesidades de sus semejantes.
No amó a su prójimo como a sí mismo, y por lo tanto falló en guar-
dar los últimos seis mandamientos. Su corazón estaba con su tesoro.
Fue absorbido por sus posesiones terrenas. Amaba sus posesiones
más que a Dios, más que al tesoro celestial. Escuchó las condiciones
de boca de Jesús. Si vendiera sus bienes y diera el producto a los
pobres, tendría tesoro en el cielo. Esa era una prueba para establecer
cuánto más apreciaba la vida eterna que las riquezas. ¿Se aferró
él a la posibilidad de recibir la vida eterna? ¿Luchó sinceramente
por remover el obstáculo que se encontraba en el camino que debía
recorrer para tener un tesoro en el cielo? Oh, no; en cambio “se fue
triste, porque tenía muchas posesiones”.
Se me llamó la atención a estas palabras: “Es más fácil pasar un
camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de
Dios”. Jesús dijo: “Para los hombres esto es imposible; mas para
Dios todo es posible”. El ángel dijo: “¿Permitirá Dios a los ricos
quedarse con sus riquezas y al mismo tiempo entrar en el reino de
Dios?” Otro ángel contestó: “No, nunca”.
Vi que el plan de Dios es que esas riquezas se utilicen debida-
mente, que se distribuyan para bendición de los necesitados, y para
hacer avanzar la obra de Dios. Si los hombres aman sus riquezas
más de lo que aman a sus semejantes, más de lo que aman a Dios o
las verdades de su Palabra, si sus corazones están con sus riquezas,
no podrán tener vida eterna. Estarán más dispuestos a abandonar la
verdad que a vender sus posesiones y dar el producto a los pobres.
En esto se los prueba para demostrar cuánto aman a Dios, y cuánto
aman la verdad; lo mismo que el joven de la Biblia, muchos se van
tristes porque no pueden tener sus riquezas y también un tesoro en
el cielo. No pueden tener ambas cosas, de modo que se arriesgan a
perder la vida eterna por conservar las posesiones mundanales.
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“Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar
un rico en el reino de Dios”. Para Dios todo es posible. La verdad
entronizada en el corazón por el Espíritu de Dios hará desaparecer