Página 194 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
el amor por las riquezas. El amor a Jesús y por las riquezas no puede
permanecer en un mismo corazón. El amor de Dios sobrepasa tanto
el amor a las riquezas que quien lo posee se desprende de sus rique-
zas y transfiere sus afectos a Dios. Mediante el amor es en adelante
inducido a proveer recursos para la causa de Dios. Experimenta un
placer supremo al disponer correctamente de los bienes del Señor.
Predomina el amor a Dios y a sus semejantes, y todo lo que tiene
no lo considera suyo propio, sino que cumple fielmente su deber
como mayordomo de Dios. Así puede cumplir los dos grandes man-
damientos de la ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente”.
Mateo 22:37
. “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”.
Mateo 22:39
. En esta forma es
posible que un rico entre en el reino de Dios. “Y cualquiera que haya
dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o
hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará
la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros,
primeros”.
Mateo 19:29-30
.
Aquí está la recompensa para los que se sacrifican por Dios.
Reciben cien veces más en esta vida y también heredarán la vida
eterna. “Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, prime-
ros”. Se me mostró aquellos que reciben la verdad pero no viven de
acuerdo con ella. Se aferran a sus posesiones y no están dispuestos a
distribuir parte de sus bienes para hacer progresar la causa de Dios.
No tienen fe para aventurarse y confiar en Dios. Su amor a este
mundo absorbe su fe. Dios pide una parte de sus bienes, pero ellos
no le obedecen. Razonan que han trabajado duramente para obtener
lo que poseen, de modo que no pueden prestarlo al Señor, porque
temen padecer necesidad. “Hombres de poca fe”.
Lucas 12:28
. El
mismo Dios que cuidó a Elías en tiempo de hambre, no dejará aban-
donado a ninguno de sus hijos abnegados. El que tiene contados los
cabellos de las cabezas de sus hijos, los cuidará y los sustentará en
el día cuando haya hambre. Mientras los malvados perezcan a su
alrededor por falta de pan, su pan y su agua estarán seguros. Los
que sigan aferrándose a su tesoro terrenal, y no dispongan en forma
adecuada de lo que Dios les ha prestado, perderán su tesoro en el
cielo y también la vida eterna.
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Dios en su providencia ha enternecido los corazones de algunos
que poseen riquezas, y los ha convertido a la verdad, para que con