Página 199 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El privilegio y el deber de la iglesia
Lo que sigue se refiere a la iglesia de Battle Creek, pero también
describe la condición y los privilegios de los hermanos y hermanas
de otros lugares.
Vi que una espesa nube los cubría, pero que unos pocos rayos de
luz procedentes de Jesús penetraban a través de la nube. Miré para
distinguir a los que recibían esta luz, y vi a diversas personas orando
fervientemente para obtener la victoria. Era su preocupación servir a
Dios. Su fe perseverante les produjo recompensa. La luz del cielo fue
derramada sobre ellos, pero la nube de tinieblas que se cernía sobre la
iglesia en general era espesa. Eran necios e inactivos. Fue grande mi
agonía de espíritu. Pregunté al ángel si esas tinieblas eran necesarias.
El dijo: “¡Observa!” Vi que la iglesia comenzaba a despertarse y a
buscar fervorosamente a Dios, tras lo cual rayos de luz comenzaron
a penetrar las tinieblas, hasta que la nube desapareció. La pura luz
del cielo brilló sobre ellos, y con santa confianza su atención fue
atraída hacia lo alto. El ángel dijo: “Este es su privilegio y su deber”.
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Satanás ha descendido con gran poder, sabiendo que tiene poco
tiempo. Sus ángeles se encuentran ocupados, y gran parte del pueblo
de Dios se deja adormecer por él. La nube retornó y se estableció
encima de la iglesia. Vi que únicamente mediante esfuerzos sinceros
y oración perseverante podría destruirse ese hechizo.
Las verdades alarmantes de la Palabra de Dios habían conmo-
vido levemente al pueblo de Dios. Hacían esporádicamente débiles
esfuerzos para vencer, pero pronto se cansaban y volvían al mis-
mo estado de tibieza. Vi que carecían de perseverancia y de firme
determinación. Que los buscadores de la salvación de Dios posean
la misma energía y fervor que manifestarían si buscaran un tesoro
terrenal, porque así cumplirían su objetivo. Vi que la iglesia, de igual
modo, podría beber de una copa llena, en vez de mantener una vacía
en la mano o en los labios.
No es el plan de Dios que algunos vivan aliviados y otros re-
cargados. Algunos sienten el peso y la responsabilidad de la causa,
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