Página 235 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Se reprende la negligencia
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simpatizan fácilmente con el mal lo consideran como virtud pero no
comprenden que están ejerciendo una influencia desorganizadora
y que ellos mismos están ayudando a llevar a cabo los planes de
Satanás.
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Vi que muchas almas habían sido destruidas por sus hermanos
que habían simpatizado fácilmente con ellas, cuando su única espe-
ranza consistía en que se les ayudara a ver y comprender el resultado
completo de sus males. Pero al aceptar ansiosamente la simpatía de
sus hermanos imprudentes, reciben la impresión de que han sido
maltratados; y si intentan volver sobre sus pasos para enmendarse, lo
hacen en forma desinteresada. Dividen el asunto para que satisfaga
sus sentimientos naturales, culpan al que los ha reprochado y así
solucionan el asunto. No examinan su situación hasta el fondo, no la
remedian, por lo que vuelven a caer en el mismo mal porque no se les
permitió que comprobaran el resultado total de su conducta errada,
ni que se humillaran a sí mismos delante de Dios y le permitieran
que él los restaurara. Los que han manifestado falsa simpatía han
obrado en directa oposición al parecer de Cristo y de los ángeles
ministradores.
Los ministros de Cristo debieran levantarse y dedicarse con
todas sus energías a llevar a cabo la obra de Dios. No se excusa a los
siervos de Dios si ellos retienen los testimonios directos. Debieran
censurar y desaprobar el mal y no permitir que un hermano viva en
pecado. A continuación deseo presentar una parte de una carta que
escribí al hermano C:
“Se me mostraron algunas cosas con respecto a usted. Vi que el
testimonio vivo y certero había sido anulado en la iglesia. Usted no
ha estado en armonía con el testimonio directo. Usted se ha resistido
a combatir decididamente el mal, y se ha molestado con los que se
sentían compelidos a hacerlo. Los miembros desleales han gozado
de su simpatía. Esto ha tendido a convertirlo a usted en un hombre
débil. Usted no se ha mantenido unido con el testimonio definido
y directo que debiera haberse presentado claramente a la persona
implicada.
“No se excusa a los siervos de Dios si retienen el testimonio
directo. Deben censurar y desaprobar el mal y no permitir que exis-
ta pecado en un hermano. Con frecuencia usted ha extendido sus
manos para proteger a las personas de la censura que merecían y la