Página 283 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El norte y el sur
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de estos hombres que favorecen la esclavitud. Algunos de nuestros
representantes principales en el Congreso también trabajan cons-
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tantemente para favorecer al Sur. En este estado de cosas se hacen
proclamaciones pidiendo ayuno nacional, pidiendo oración para que
Dios produzca una rápida y favorable terminación de esta guerra.
Luego se me llamó la atención al pasaje de (
Isaías 58:5-7
): “¿Es
tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que
incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza?
¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien
el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las
cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que rompáis
todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los
pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo
cubras y no te escondas de tu hermano?”
Vi que estos ayunos nacionales eran un insulto a Jehová. El no
acepta esa clase de ayunos. El ángel registrador anota lo siguiente
con respecto a ellos: “He aquí que para contiendas y debates ayunáis,
y para herir con el puño inicuamente”
Isaías 58:4
. Se me mostró la
forma como nuestros dirigentes han tratado a los pobres esclavos
que se aproximaron a ellos en busca de protección. Los ángeles han
tomado nota de ello. En lugar de quebrar su yugo de servidumbre y
de poner en libertad a los oprimidos, esos hombres han hecho que
el yugo sea más pesado aún para ellos que cuando se encontraban
al servicio de sus amos tiranos. El amor a la libertad induce a los
pobres esclavos a abandonar a sus amos y arriesgar sus vidas a fin
de obtenerla. Nunca se aventurarían a abandonar a sus amos y a
exponerse a las dificultades y los horrores que les esperan al ser
recapturados, si no tuvieran un fuerte amor a la libertad, tal como
cualquiera de nosotros.
Los esclavos fugitivos han soportado indecibles dificultades y
peligros para obtener su libertad, y como último recurso de su espe-
ranza, con el amor de la libertad ardiendo en sus pechos, acuden al
gobierno en busca de protección; pero su confianza ha encontrado
el más absoluto desprecio. Muchos de ellos han sido tratados cruel-
mente porque cometieron el delito tan grande de atreverse a efectuar
un esfuerzo para obtener su libertad. Hombres que ocupaban cargos
importantes, que profesaban tener corazones humanos, han visto a
los esclavos casi desnudos y hambrientos, y los han maltratado y