Página 288 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
el trabajo entre los observadores del sábado no consagrados, y les
toque dedicar de continuo su tiempo precioso al arreglo de pequeñas
divergencias, cuando debieran consagrarlo a proclamar la verdad a
los incrédulos.
Vi que los hijos de Dios aguardaban a que sucediese algún cam-
bio, y se apoderase de ellos algún poder compelente. Pero sufrirán
una desilusión, porque están equivocados. Deben actuar; deben echar
mano del trabajo y clamar fervorosamente a Dios para obtener un
conocimiento adecuado de sí mismos. Las escenas que se están
desarrollando delante de nosotros son de suficiente magnitud para
hacernos despertar y grabar la verdad en el corazón de todos los que
quieran escuchar. La mies de la tierra está casi madura.
Se me mostró cuán importante es que sean íntegros los ministros
que se dedican a la obra solemne y de tanta responsabilidad de
proclamar el mensaje del tercer ángel. El Señor no se ve en estrechez
por falta de recursos o instrumentos con los cuales realizar su obra.
Puede hablar en cualquier momento, y por quienes quiera; su Palabra
es poderosa, y realizará aquello para lo cual la envió. Pero si la
verdad no ha santificado las manos y el corazón del que ministra en
las cosas sagradas, está expuesto a hablar de acuerdo con su propia
experiencia imperfecta; y cuando habla de sí mismo, de acuerdo con
las decisiones de su propio juicio no santificado, su consejo no es
entonces de Dios, sino de sí mismo. Así como el que es llamado de
Dios es llamado a ser santo, el que es aprobado y separado de los
hombres debe dar evidencia de su santa vocación, y manifestar por
su conversación y conducta celestiales que es fiel a Aquel que lo ha
llamado.
Pesan terribles ayes sobre los que predican la verdad, pero no
son santificados por ella, y también sobre aquellos que consienten en
recibir y sostener a los no santificados para que ministren en palabra
y doctrina. Me siento alarmada por los hijos de Dios que profesan
creer la verdad solemne e importante; porque sé que muchos de ellos
no están convertidos, ni santificados por ella. Los hombres pueden
oír y reconocer la verdad, y sin embargo, no saber nada del poder de
la piedad. No serán salvos por la verdad todos los que la predican.
Dijo el ángel: “Purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová”.
Isaías 52:11
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