Página 289 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Viene una gran angustia
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Ha llegado el momento en que los que eligen al Señor como
heredad presente y futura, deben confiar sólo en él. Todo aquel que
haga profesión de piedad, debe haberla experimentado personalmen-
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te. El ángel registrador está anotando fielmente las palabras y los
actos del pueblo de Dios. Los ángeles están observando el desarrollo
del carácter, y pesando el valor moral. Los que profesan creer la
verdad han de ser íntegros ellos mismos y ejercer toda su influencia
para iluminar a otros y ganarlos para la verdad. Sus palabras y obras
son el conducto por medio del cual los principios puros de la verdad
y la santidad son transmitidos al mundo. Son la sal y la luz de la
tierra.
Vi que al mirar hacia el cielo veremos luz y paz; pero al mirar
al mundo, veremos que todo refugio nos faltará, y todo bien pasará
pronto. No hay para nosotros ayuda sino en Dios; en este estado de
confusión de la tierra podemos hallar serenidad, firmeza o seguridad
tan sólo en la fuerza de una fe viva; no podemos tener paz si no
descansamos en Dios ni esperamos su salvación. Resplandece sobre
nosotros una luz mayor que la que iluminó a nuestros padres. No
podemos ser aceptados ni honrados por Dios prestando el mismo
servicio o haciendo las mismas obras que nuestros padres. Para ser
aceptados y bendecidos por Dios, como lo fueron ellos, debemos
imitar su fidelidad y celo, mejorar nuestra luz así como ellos mejo-
raron la suya, y obrar como ellos habrían obrado si hubiesen vivido
en nuestros días.
Debemos andar en la luz que resplandece sobre nosotros. De
otra manera esa luz se trocará en tinieblas. Dios exige que manifes-
temos al mundo, por medio de nuestro carácter y nuestras obras, una
medida del espíritu de unión que esté de acuerdo con las verdades
sagradas que profesamos, y con el espíritu de las profecías que se
están cumpliendo en estos postreros días. La verdad que hemos
comprendido y la luz que ha resplandecido sobre nuestra alma nos
juzgarán y condenarán si nos apartamos de ellas y nos negamos a
ser guiados por ellas.
¿Qué diré para despertar al pueblo remanente de Dios? Me fue
mostrado que nos esperan escenas espantosas; Satanás y sus ángeles
oponen todas sus potestades contra el pueblo de Dios. Saben que si
los hijos de Dios duermen un poco más, los tienen seguros, porque
su destrucción es cierta. Insto a todos los que profesan el nombre de