Página 306 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
las hermanas A y B, y usa vestidos con aros aún más grandes que A
y B, pero todas sostienen que sus aros son pequeños.
Los padres que desean enseñar a sus hijos el mal que hay en
seguir las costumbres mundanales, tienen una dura batalla ante ellos.
Sus hijas les dicen: “Pero, mamá, las hermanas A, B y C usan vesti-
dos con aros; si eso es malo para mí, también es malo para ellas”.
¿Y qué pueden decir los padres? Debieran dar un ejemplo correcto
a sus hijos, y aunque el ejemplo de profesos seguidores de Cristo
les haga pensar que sus padres son demasiado cuidadosos y severos
en sus restricciones, sin embargo Dios bendecirá los esfuerzos de
esos padres concienzudos. Si los padres no adoptan una conducta
firme y decidida, sus hijos serán arrastrados con la corriente, por-
que Satanás y sus ángeles malignos obran sobre sus mentes, y el
ejemplo de los cristianos profesos no consagrados hace que la obra
de vencer resulte mucho más difícil para ellos. Sin embargo, con
fe en Dios y oración ferviente los padres creyentes debieran conti-
nuar en su marcha por el áspero camino del deber. El camino de la
cruz es ascendente. Y mientras lo recorremos buscando las cosas
que son de arriba, debemos dejar cada vez más lejos las cosas que
pertenecen al mundo. Mientras el mundo y los cristianos profesos
descienden presurosos hacia la muerte, los que suben la montaña
tendrán que desplegar esfuerzos especiales porque en caso contrario
serán arrastrados hacia abajo con ellos.
Los hijos del mundo son llamados hijos de las tinieblas. Están
enceguecidos por el dios de este mundo y son conducidos por el
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espíritu del príncipe de las tinieblas. No pueden disfrutar de las
cosas celestiales. Los hijos de la luz tienen sus afectos puestos en
las cosas de arriba. Dejan detrás de ellos las cosas de este mundo.
Cumplen el mandamiento: “Salid de en medio de ellos y apartaos”.
Y se les da esta promesa condicional: “Yo os recibiré”. Desde el
comienzo, Cristo ha elegido a su pueblo para que salga del mundo
y requiere que se separe de él, y que no tengan comunión con las
obras infructuosas de las tinieblas. Si aman a Dios y guardan sus
mandamientos distarán mucho de tener amistad con el mundo y de
amar sus placeres. No hay concordia entre Cristo y Belial.
El profeta Esdras, y otros fieles siervos de la iglesia judía, se
asombraron cuando los príncipes acudieron a ellos diciendo: “El
pueblo de Israel, y los sacerdotes y levitas, no se han apartado de