Página 305 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El poder del ejemplo
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he viajado mucho y he visto mucha inconveniencia para las mujeres
que utilizan los aros en los vestidos. Las que sostienen que son ne-
cesarios a causa de la salud, los usan en el invierno, cuando resultan
más perjudiciales que las faldas acolchadas. Mientras viajaba en tre-
nes y diligencias, con frecuencia me he sentido inducida a exclamar:
¡Oh, Modestia, donde está tu recato!
He visto a mucha gente apretujada en los vagones de ferrocarril,
y las mujeres, con el fin de abrirse paso, levantaban los aros de sus
vestidos y los colocaban en una posición que resultaba indecente. Y
al hacerlo exponían su figura diez veces más que las mujeres que no
usaban vestidos con aros. Si no fuera por la moda, las mujeres que
se exponían con tanta inmodestia hubieran sido reprobadas; pero
la modestia y la decencia son sacrificadas en el altar del dios de la
moda. ¡Que el Señor libre a su pueblo de este gravoso pecado! Dios
no se apiadará de los esclavos de la moda.
Pero supongamos que existiera algo de conveniencia en llevar
vestidos con aros, ¿demostraría esto que es correcto llevarlos? Una
vez que cambia la moda, ya no se menciona la conveniencia. Cada
hijo de Dios tiene el deber de preguntarse: “¿En qué me encuentro
separado del mundo?” Experimentemos un poco de inconveniencia
y con ello coloquémonos en el lado seguro. ¿Cuáles son las cruces
que lleva el pueblo de Dios? Se mezclan con el mundo y participan
de su espíritu, de su manera de vestir, de su conversación y hasta
obran como ellos.
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Leed (
1 Timoteo 2:9-10
): “Asimismo que las mujeres se atavíen
de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso,
ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras” (lo
que conviene a las mujeres que profesan santidad). Leed también (
1
Pedro 3:3-5
): “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostento-
sos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible,
que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se
ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en
Dios, estando sujetas a sus maridos”.
El poder del ejemplo es grande. La hermana A usa vestidos con
aros pequeños. La hermana B dice: si yo uso vestidos con aros no
estaré haciendo peor que la hermana A, de modo que usa vestidos
con aros un poco más grandes. La hermana C imita el ejemplo de