Página 333 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La religión en la familia
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en las filas de los observadores del sábado. Los ángeles llevan las
vergonzosas nuevas al cielo, el ángel registrador lo anota todo.
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El esposo debe manifestar gran interés en su familia. Debe ser
especialmente cuidadoso de los sentimientos de su esposa, si ésta
es débil. Puede evitarle muchas enfermedades. Las palabras bonda-
dosas, alegres y alentadoras resultarán mucho más eficaces que las
medicinas más poderosas. Infundirán ánimo al corazón de la abatida
y desanimada esposa, y la alegría infundida a la familia por los actos
y las palabras de bondad, recompensará diez veces el esfuerzo hecho.
El esposo debiera recordar que gran parte de la carga de educar a sus
hijos recae sobre la madre, y que ella ejerce una gran influencia para
modelar sus mentes. Esto debe inducirle a manifestar los sentimien-
tos más tiernos, y a aliviar con solicitud sus cargas. Debe alentarla
a apoyarse en su afecto, y a dirigir sus pensamientos hacia el cielo,
donde hay fuerza, paz y descanso final para los cansados. No debe
volver a la casa con la frente ceñuda, sino que su presencia debiera
brindar alegría a la familia y estimular a la esposa a mirar hacia
arriba y creer en Dios. Unidos, pueden aferrarse a las promesas de
Dios y atraer su rica bendición sobre la familia. La falta de bondad,
el espíritu de queja y la ira, apartan a Jesús de la morada. Vi que los
ángeles de Dios huirán de una casa donde se pronuncian palabras
desagradables y se manifiesta inquietud y disensión.
También se me ha mostrado que muchas veces la esposa comete
un grave error. Ella no realiza esfuerzos decididos para dominar su
propio genio y hacer feliz el hogar. Manifiesta a menudo inquietud
y profiere quejas innecesarias. El esposo llega de su trabajo cansado
y perplejo, y encuentra un rostro ceñudo en vez de palabras alegres
y alentadoras. El es humano y sus afectos se apartan de su esposa.
Pierde el amor al hogar, su senda se oscurece y se desvanece su
valor. Pierde el respeto propio y la dignidad que Dios le exige que
mantenga. El esposo es la cabeza de la familia, como Cristo es la
cabeza de la iglesia, y cualquier actitud asumida por la esposa que
pueda disminuir la influencia y degradar su posición digna y respon-
sable, desagrada a Dios. Es deber de la esposa renunciar a sus deseos
y voluntad, en favor de su esposo. Ambos deben saber renunciar a
sus gustos, pero la Palabra de Dios da la preferencia al criterio del
esposo. Y la esposa no perderá dignidad al ceder así a aquel a quien
ella eligió por consejero y protector. El esposo debe mantener su