Página 340 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
advertencias de los atalayas que les fueron enviados, y se fortale-
cieron en su comportamiento irrazonable e iluso. El pastor no quiso
escuchar. Se ofendió porque se encaró su fanatismo en forma tan
decidida. No percibió el peligro. No captó la urgencia de este asunto.
Tenía luz suficiente para decidir, pero fue muy terco y sospechó
demasiado de los siervos de Dios para someterse a su testimonio.
El hermano G deseaba esperar hasta que el fanatismo se desarro-
llara, y éste avanzó justamente en la forma como Satanás deseaba
hasta que produjo resultados terribles. No había manifestaciones
razonables ni sensatez para caracterizar esa obra como la obra de
Dios. Los siervos de Dios llevaron a cabo su misión, libraron su ropa
de la sangre de las almas, y se mantuvieron alejados de la influencia
maldita, mientras que usted soporta el temible peso del pecado de
este terrible fanatismo. Usted lo ha lamentado profundamente, pero
a pesar de eso no ve sus propios errores en relación con ello. Usted
censura y culpa a las ovejas débiles y errantes por hacerlo apartarse
del camino. ¿Para qué sirve un vigía, a no ser para vigilar y detectar
el mal y hacer sonar la alarma? ¿Para qué sirve un pastor, a no ser
para vigilar a fin de descubrir cualquier peligro y evitar que las ove-
jas reciban daño y sean destruidas por los lobos? ¿Qué excusa podría
ofrecer un pastor por permitir que el rebaño se aparte del verdadero
apacentadero, y sea magullado, esparcido y devorado por los lobos?
¿Cómo podría aceptarse una excusa hecha por el pastor de que las
ovejas lo hicieron descarriar a él? ¿Abandonaron el apacentadero
verdadero y lo hicieron apartarse del camino? Ese pretexto sería un
poderoso argumento contra la habilidad de ese pastor para cuidar
el rebaño. No podría depositarse más confianza sobre él como un
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fiel pastor para que se ocupara del rebaño, y lo trajera de vuelta al
camino correcto cuando se apartara de él.
El oprobio que gravita sobre la causa debido al caso de la her-
mana A, también descansa pesadamente sobre usted. Usted es el cau
sante de gran parte de sus preocupaciones y experiencias. Aunque
ella estaba debilitada, podía en cierta medida ocupar su lugar en la
familia y mantener juntos a sus hijos; pero perdió la razón cuan-
do había estado fuera de su hogar tan sólo poco tiempo. El estado
de apostasía de los profesos observadores del sábado de _____ lo
indujo a usted a influir en la hermana A para que abandonara a su
familia que necesitaba su cuidado, y se trasladara a _____ para que