Página 382 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Algunos han estado a la expectativa, listos para criticar y que-
jarse ante cualquier sugerencia que se haga. Pero pocos han tenido
sabiduría en estos tiempos difíciles para pensar sin prejuicio y de-
cir claramente lo que se debía hacer. Vi que los que habían estado
dispuestos a hablar en forma tan decidida oponiéndose a obedecer a
la conscripción, no comprenden el tema del que están hablando. Si
en realidad los reclutaran para el ejército, y si ellos rehusaran obe-
decer, y fueran amenazados con encarcelamiento, tortura o muerte,
entonces se acobardarían y descubrirían que no se habían preparado
para tal emergencia. No podrían soportar la prueba de su fe. Lo que
pensaban que era fe, era tan sólo presunción fanática.
Los que están mejor preparados para sacrificar aun la vida, si
fuere necesario, antes que colocarse en una situación en la que no
pudieran obedecer a Dios, son los que tienen menos que decir. Estos
no harían alardes. Sentirían profundamente y meditarían mucho, y
sus fervientes oraciones ascenderían al cielo en busca de sabiduría
para obrar y gracia para soportar. Los que piensan que en el temor
de Dios no pueden comprometerse a conciencia en esta guerra,
manifestarían mucha calma, y cuando se les preguntara declararían
simplemente lo que están obligados a decir a fin de satisfacer al
que interroga, y luego darían a entender que no simpatizan con la
rebelión.
En las filas de los observadores del sábado hay unos pocos que
simpatizan con los dueños de esclavos. Cuando abrazaron la verdad
no dejaron atrás todos los errores que debieran haber abandonado.
Necesitan beber con más abundancia de la fuente purificadora de la
verdad. Algunos han traído consigo sus antiguos prejuicios políticos,
que no armonizan con los principios de la verdad. Sostienen que
el esclavo es propiedad de su amo, y que no debieran quitárselo.
Clasifican a los esclavos con el ganado y dicen que es perjudicar
al dueño quitarle sus esclavos, tanto como se lo perjudicaría pri-
vándolo de su ganado. Se me mostró que no tenía importancia la
suma que el amo había pagado por la carne humana y las almas
de los hombres; Dios no les da título sobre las almas humanas, de
modo que no tienen derecho a mantenerlos como propiedad suya.
Cristo murió por toda la humanidad, sean blancos o negros. Dios
ha creado al hombre un ser humano libre, ya sea blanco o negro.
La institución de la esclavitud invalida esto y permite al hombre