Página 381 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La rebelión
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Era necesario decir algo. La atención de muchos se había vuelto
hacia los observadores del sábado, porque éstos no manifestaban
gran interés en la guerra y no se habían ofrecido como soldados
voluntarios. En algunos lugares se consideraba que simpatizaban
con los rebeldes del Sur. Había llegado el momento de dar a conocer
nuestros verdaderos sentimientos con respecto a la esclavitud y la
rebelión de los Estados sureños. Era necesario actuar con sabiduría
para desvanecer las sospechas suscitadas contra los observadores
del sábado. Había que obrar con mucha precaución. “Si es posible,
en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.
Romanos 12:18
. Podemos obedecer esta amonestación sin sacrificar
ningún principio de nuestra fe. Satanás y su hueste están en guerra
con los observadores de los mandamientos, y harán todo lo posible
para ponerlos en situaciones angustiosas. No debieran ellos mismos
crearse problemas debido a su falta de discreción.
Se me mostró que algunos habían actuado con mucha indiscre-
ción con respecto al artículo mencionado. No concordaba en todo
sentido con sus puntos de vista personales, y en lugar de analizarlo
calmadamente y de considerar todas sus conexiones, se inquietaron,
se acaloraron y algunos tomaron la pluma y llegaron a la ligera
a conclusiones que no resistían un examen serio. Algunos fueron
inconsecuentes e irrazonables. Hicieron precisamente lo que Sata-
nás los instaba a realizar, es decir, pusieron en práctica sus propios
sentimientos de rebelión.
En el Estado de Iowa llevaron las cosas a un extremo y se in-
trodujeron en el fanatismo. Confundieron el celo y el fanatismo
con la justicia. En lugar de ser guiados por la razón y el sano jui-
cio, permitieron que sus sentimientos tomaran la delantera. Estaban
dispuestos a convertirse en mártires por su fe. ¿Los condujeron a
Dios todos esos sentimientos? ¿O los indujeron a caminar con más
humildad delante de él? ¿Los condujeron a confiar en su poder para
librarlos de la posición aflictiva en que podrían encontrarse? ¡Oh,
no! En lugar de elevar sus peticiones al Dios del cielo y de confiar
únicamente en su poder, las hicieron a la legislatura y fueron recha-
zados. Revelaron su debilidad y expusieron su falta de fe. Todo esto
sirvió únicamente para llamar la atención sobre el grupo especial de
observadores del sábado y exponerlos a ser arrinconados en lugares
difíciles por quienes no sentían ninguna simpatía por ellos.
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