Página 380 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La rebelió
El terrible estado en que se encuentra nuestra nación exige pro-
funda humildad de parte del pueblo de Dios. La pregunta supre-
mamente importante que debiera preocupar a todos es: “¿Estoy
preparado para el día de Dios? ¿Podré soportar la prueba que me
espera?”
Vi que Dios está purificando y probando a su pueblo. Lo refinará
como se hace con el oro, hasta que la escoria quede consumida y su
imagen pueda reflejarse en ellos. No todos manifiestan un espíritu
de abnegación ni la disposición a soportar dificultades y a sufrir
por amor a la verdad, que es lo que Dios requiere. Sus voluntades
no han sido subyugadas; no se han consagrado plenamente a Dios
y no han buscado otros placeres, sino el placer supremo de hacer
su voluntad. Los ministros y el pueblo carecen de espiritualidad
y de verdadera piedad. Será sacudido todo lo que pueda serlo. El
pueblo de Dios pasará por grandes pruebas, y todos deben afianzar-
se, arraigarse y consolidarse en la verdad, porque si no lo hacen,
ciertamente resbalarán. Si Dios reconforta y alimenta el alma con
su presencia inspiradora, podrán resistir aunque el camino sea tene-
broso y esté cubierto de espinas. Las tinieblas pronto se disiparán
y la luz auténtica brillará para siempre. Se me llamó la atención a
(
Isaías 58; 59:1-15
) y (
Jeremías 14:10-12
), como una descripción de
la condición actual de nuestra nación. Los habitantes de este país se
han olvidado de Dios, han elegido otros dioses y seguido sus propios
caminos corrompidos hasta que Dios se ha apartado de ellos. Los
moradores de la tierra han pisoteado la ley de Dios y quebrantado
su pacto eterno.
Se me hizo ver el revuelo causado entre nuestro pueblo por el
artículo titulado “La Nación”, publicado en la
Review
. Algunos lo
entendieron en una forma distinta. Las sencillas declaraciones fueron
tergiversadas para hacerles decir lo que no había sido la intención
del autor. El había presentado la luz mejor que tenía en ese momento.
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Véase el Apéndice.
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