Página 384 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
sagradas tan importantes para este tiempo. Usted debe abandonar
sus puntos de vista o la verdad. Ambos no pueden coexistir en el
mismo corazón, porque están en guerra el uno con el otro.
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“Satanás lo ha estado manteniendo en un estado de agitación. El
no lo deja en paz hasta que usted expresa sus sentimientos favora-
bles al bando de los poderes de las tinieblas, con lo cual fortalece
las manos de los perversos, a quienes Dios ha maldecido. Usted ha
echado su influencia en el lado equivocado, con los que tienen la
misión en la vida de sembrar espinas y plantar desgracia para otros.
Vi que usted había echado su influencia con un grupo degradado,
un grupo olvidado de Dios; y los ángeles de Dios se apartaron de
usted con disgusto. Vi que usted estaba completamente engañado.
Si hubiera seguido la luz que Dios le ha dado, si hubiera obedecido
las instrucciones de sus hermanos, si hubiera escuchado su conse-
jo, se habría salvado y también habría salvado de la ignominia la
preciosa causa de la verdad. Pero a pesar de toda la luz dada, ha
dado publicidad a sus sentimientos. A menos que deshaga lo que ha
hecho, el pueblo de Dios tendrá el deber de retirarle públicamente
su simpatía y confraternidad, a fin de evitar que el público tenga una
mala impresión de nosotros como pueblo. Debemos dar a conocer
que en nuestra feligresía no hay esa clase de personas y que no las
admitiremos en nuestra iglesia.
“Usted ha perdido la influencia santificadora de la verdad. Ha
perdido su conexión con la hueste celestial. Se ha aliado con el
primer gran rebelde y la ira de Dios se ha derramado sobre usted,
porque su causa sagrada se ha cubierto de oprobio y la verdad ha
llegado a ser desagradable para los incrédulos. Usted ha afligido al
pueblo de Dios y despreciado el consejo de sus embajadores en la
tierra, quienes trabajan juntos con Dios, y por amor a Cristo ruegan
a las almas que se reconcilien con el Señor.
“Se me mostró que como pueblo no podemos ser demasiado
cuidadosos con la influencia que ejercemos; debemos vigilar cada
palabra. Cuando por nuestras palabras o actos nos colocamos en el
campo de batalla del enemigo, alejamos de nosotros a los santos
ángeles y atraemos a nuestro alrededor a las huestes de ángeles
malignos. Usted ha hecho esto Hno. A, y debido a su proceder
porfiado e imprudente, ha hecho que los incrédulos consideren con
sospecha a los observadores del sábado que se encuentran a su