Página 403 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

Peligros y deber de los ministros
399
obra es superficial y su influencia será un perjuicio para los que
verdaderamente buscan al Señor.
El éxito de un ministro depende en gran medida de su compor-
tamiento cuando no está en el púlpito. Cuando deja de predicar y
se aleja del púlpito, su obra no ha concluido; tan sólo ha comenza-
do. Entonces debe practicar lo que ha predicado. No debe actuar
[339]
descuidadamente, sino que debe velar sobre sí mismo para que nin-
guna cosa que haga o diga sea aprovechada por el enemigo para
acarrear oprobio sobre la causa de Cristo. Los ministros no pueden
ser descuidados, especialmente cuando están con los jóvenes. No
debieran emplear un lenguaje liviano, ni hacer bromas y chistes, sino
que debieran recordar que están en el lugar de Cristo y que debieran
ilustrar la vida de Cristo mediante su ejemplo. “Porque nosotros
somos colaboradores juntamente con Dios”.
1 Corintios 3:9
. “Así
pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a
que no recibáis en vano la gracia de Dios”.
2 Corintios 6:1
.
Se me mostró que la utilidad de los jóvenes ministros, casados o
solteros, con frecuencia queda destruida por el apego afectivo que
mujeres jóvenes manifiestan hacia ellos. Tales hermanas no com-
prenden que otros ojos las miran, y que su comportamiento puede
tender a perjudicar en gran medida la influencia del ministro a quien
prestan tanta atención. Si respetaran estrictamente los principios
que gobiernan el comportamiento adecuado, sería mucho mejor para
ellas y para su ministro. Eso los coloca en una posición desagradable
y hace que otros los juzguen mal. Sin embargo vi que la responsabi-
lidad en este asunto corresponde a los ministros mismos. Debieran
considerar con disgusto estas actitudes, y si adoptan el comporta-
miento que Dios desea que sigan, no serán importunados durante
mucho tiempo. Debieran evitar toda apariencia de mal, y cuando
algunas mujeres jóvenes sean demasiado sociables, es su deber ha-
cerles ver que eso no les agrada. Deben rechazar ese atrevimiento
aun a riesgo de parecer descorteses. Esas actitudes deben ser recon-
venidas para evitar que la causa se cubra de oprobio. Las mujeres
jóvenes que se han convertido a la verdad y a Dios escucharán el
reproche y cambiarán de actitud.
Los pastores debieran continuar los esfuerzos realizados en pú-
blico mediante trabajo privado y personal efectuado en favor de las
almas toda vez que se presente una oportunidad, conversando en