Página 445 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La oración de David
Vi a David suplicando al Señor que no le abandonase cuando fue-
se viejo; vi que causa le arrancaba esta ferviente oración. Veía él que
la mayor parte de los ancianos que le rodeaban eran desdichados, y
que las características desfavorables de su carácter se intensificaban
especialmente con la edad. Si por naturaleza las personas eran ava-
rientas y codiciosas, lo eran hasta un punto muy desagradable en su
vejez. Si eran celosas, inquietas e impacientes, lo eran especialmente
en la edad provecta.
David sentía gran angustia al ver que los reyes y los nobles que
parecían haber temido a Dios mientras gozaban de la fuerza de
su virilidad, se ponían celosos de sus mejores amigos y parientes
cuando llegaban a viejos. Temían de continuo que fuesen motivos
egoístas los que inducían a sus amigos a manifestar interés por
ellos. Escuchaban las sugestiones y los consejos engañosos de los
extraños respecto a aquellos en quienes debieran haber confiado.
Sus celos irrefrenados ardían a veces como llamas, porque no todos
concordaban con su juicio decrépito. Su avaricia era horrible. A
menudo pensaban que sus propios hijos y familiares deseaban que
murieran para ocupar su lugar y apoderarse de sus riquezas, y recibir
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los homenajes que se les concedían. Algunos estaban de tal manera
dominados por sus sentimientos de celos y codicia, que llegaban
hasta a matar a sus propios hijos.
David notaba que aunque había sido recta la vida de algunos
mientras disfrutaban de la fuerza de la virilidad, al sobrevenirles
la vejez parecían perder el dominio propio. Satanás intervenía y
guiaba su mente, volviéndolos inquietos y descontentos. Veía que
muchos de los ancianos parecían abandonados de Dios y se expo-
nían al ridículo y al oprobio de los enemigos de él. David quedó
profundamente conmovido y se angustiaba al pensar en su propia
vejez. Temía que Dios le abandonase y que, al ser tan desdichado
como otras personas ancianas cuyo proceder había notado, quedara
expuesto al oprobio de los enemigos del Señor. Sintiendo esta preo-
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