Página 469 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Ministros sin consagración
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de enseñar la verdad es necesario que los puntos importantes de
nuestra posición estén bien respaldados por evidencias bíblicas. Las
aseveraciones pueden silenciar al incrédulo, pero no lo convencerán.
Los creyentes no son los únicos para cuyo beneficio los obreros son
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enviados al campo. La salvación de las almas constituye el objetivo
principal.
Algunos hermanos han errado en esto. Pensaron que el Hno.
C era la persona adecuada para que trabajara en Vermont y que
podía llevar a cabo más que cualquier otro ministro de ese Estado.
Esas personas no ven las cosas desde un punto de vista correcto. El
Hno. C puede hablar en una forma que interesa a la congregación,
y si eso fuera todo lo que es necesario para ser predicador de éxito,
entonces cierto grupo de hermanos y hermanas estaría en lo correcto
en su estimación de él. Pero él no es un obrero cabal y no es digno
de confianza. Carece de valor cuando se trata de hacer frente a las
pruebas de la iglesia. No tiene experiencia, juicio ni discernimiento
para ser de beneficio a la iglesia en momentos de prueba. No ha sido
un hombre cabal y minucioso en los asuntos temporales, y aunque
tiene una familia reducida ha necesitado que se le preste ayuda
financiera de vez en cuando. La misma carencia de que adolece en
las cosas materiales también se manifiesta en los asuntos espirituales.
Si se lo hubiera tratado en forma adecuada desde el comienzo de su
predicación, ahora podría tener cierto grado de utilidad para la causa.
Sus hermanos lo perjudicaron al tratarlo con excesiva consideración
y al permitir que soportara una escasa parte de las preocupaciones
y responsabilidades de la vida, lo cual le indujo a pensar que su
trabajo era de gran importancia. Ha estado dispuesto a que algunos
hermanos de Vermont llevaran sus responsabilidades financieras
mientras él vivía aliviado de preocupaciones. No ha hecho ejercicio
suficiente para tonificar y fortalecer sus músculos, y para el bien de
su salud.
Es incapaz de constituir iglesias. Cuando sienta consternación
por no predicar el Evangelio, como han sentido los predicadores
abnegados en el pasado, entonces, lo mismo que ellos, estará dis-
puesto a trabajar con sus manos una parte del tiempo a fin de obtener
recursos para alimentar a su familia e impedir que se convierta en
carga para la iglesia; y luego saldrá no sólo a predicar, sino también
a ganar almas. Los esfuerzos realizados con este espíritu tendrán