Página 472 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
entusiasmo en sus trabajos y de buscar toda oportunidad para unir
su interés y trabajo con los suyos, se dedica a encontrar la forma
de hacer las cosas más fáciles o agradables para ella misma. Si lo
que sucede a su alrededor no es tan agradable como ella quisiera
(como no siempre lo será), no debiera inquietar a su esposo mani-
festando sentimientos de melancolía, falta de alegría y quejas, ni
hacer más difícil su trabajo y tal vez por su descontento alejarlo del
lugar donde podría trabajar con eficiencia y provecho. No debiera
apartar el interés de su esposo de su tarea de trabajar por la salvación
de la gente para que simpatice con sus dolencias y complazca sus
caprichosos sentimientos de descontento. No tendría tiempo para
sentir melancolía si se olvidara de sí misma y trabajara para ayudar
a otros, si hablara y orara con la gente necesitada y si obrara con
la certeza de que la salvación de las almas es más importante que
otras consideraciones. Cada día experimentaría una dulce satisfac-
ción como recompensa por su trabajo abnegado; no puedo llamarlo
sacrificio, porque algunas esposas de ministros no saben lo que es el
sacrificio ni el sufrimiento por amor a la verdad.
En años anteriores, las esposas de los ministros experimentaban
necesidades y persecución. Cuando sus esposos eran encarcelados o
a veces muertos, esas nobles y abnegadas mujeres sufrían con ellos,
y su recompensa será igual a la que recibirán sus esposos. La señora
Boardman y la señora Judson sufrieron por la verdad, padecieron
juntamente con sus cónyuges. Sacrificaron el hogar y los amigos
en todo el sentido de la palabra para ayudar a sus esposos en la
obra de iluminar a los que se encontraban en medio de las tinieblas,
para revelarles los misterios ocultos de la palabra de Dios. Sus
vidas corrían peligro constantemente. Su objetivo más importante
era salvar almas y estaban dispuestas a sufrir gozosamente para
conseguirlo.
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Se me mostró la vida de Cristo. Cuando su abnegación y sa-
crificio se comparan con las pruebas y los sufrimientos de las es-
posas de algunos ministros, hace que lo que ellas llaman sacrificio
desaparezca en la insignificancia. Cuando la esposa del ministro
pronuncia palabras de descontento y desánimo, ejerce una influencia
desalentadora sobre su esposo y tiende a inhabilitarlo para su trabajo,
especialmente si su éxito depende de las influencias circundantes.
¿Debe el ministro de Dios en esos casos quedar incapacitado o ser