Página 488 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Nuestros ministros
En la visión que recibí en Róchester, Nueva York, el 25 de di-
ciembre de 1865, se me mostró que estamos frente a una obra muy
solemne, pero no se comprende su importancia y magnitud. Al per-
cibir la indiferencia que reinaba en todas partes, me sentí alarmada
por la condición de los pastores y el pueblo. Se advertía una parálisis
en la causa de la verdad presente. La obra de Dios parecía haberse
detenido. Los ministros y los hermanos no están preparados para
el tiempo en el que viven, y casi todos los que profesan creer en la
verdad presente no están en condiciones de comprender la obra de
preparación para este tiempo. En su condición actual de ambición
mundana, con su falta de dedicación a Dios y su entrega a la com-
placencia de sí mismos, están totalmente incapacitados para recibir
la lluvia tardía y después de haberlo hecho todo, mantenerse firmes
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contra la ira de Satanás, quien por medio de sus invenciones los hará
naufragar en la fe al fijar sobre ellos algún agradable autoengaño.
Piensan estar bien cuando en realidad están totalmente mal.
Los pastores y el pueblo deben realizar progresos más evidentes
en la obra de reforma. Debieran comenzar sin tardanza a corregir
sus malos hábitos de alimentación, bebida, vestimenta y trabajo.
Se me hizo ver que numerosos ministros no están conscientes de
este importante tema. No todos se encuentran en el lugar donde
Dios quisiera que estén. El resultado es que el trabajo de algunos de
ellos sólo lleva escaso fruto. Los ministros debieran ser ejemplos
para el pueblo de Dios. Pero no están a salvo de las tentaciones de
Satanás. Ellos son precisamente a quienes procurará entrampar. Si
puede tener éxito en su intento por adormecer a un solo ministro
en la seguridad carnal, y al hacerlo apartar su mente de la obra, o
engañarlo con respecto a su verdadera condición delante de Dios,
habrá realizado mucho.
Vi que la causa de Dios no estaba progresando como podría
hacerlo y como debiera ser. Los ministros no se dedican a la obra
con esa energía, dedicación y decidida perseverancia que exige la
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