Página 489 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Nuestros ministros
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importancia de la obra. Tienen un adversario vigilante con el cual
luchar, cuya diligencia y perseverancia son incansables. El débil
esfuerzo de los ministros y del pueblo no puede compararse con el de
su adversario, el diablo. En un lado están los ministros que batallan
en favor del bien y tienen la ayuda de Dios y sus santos ángeles.
Debieran ser fuertes y valientes, y estar totalmente dedicados a la
causa en la que militan, sin tener otros intereses. A fin de agradar a
Aquel que los eligió como soldados, no debieran dejarse envolver
en los asuntos temporales.
En el otro lado están Satanás y sus ángeles, con todos sus agen-
tes ayudadores en el mundo, que realizan todo esfuerzo posible y
utilizan todo artificio para promover el error y el mal, y para ocultar
su fealdad y deformidad con un ropaje agradable. Satanás cubre
el egoísmo, la hipocresía y toda clase de engaño con un disfraz de
aparente verdad y justicia, y se complace por su éxito, aun con mi-
nistros y personas que pretenden comprender sus artimañas. Cuanto
mayor es la distancia a que se mantienen de Cristo su gran Líder,
tanto menos se parecen a él en carácter y tanto más es su parecido
en vida y carácter a los servidores de su gran adversario, y tanto más
seguro se encuentra él de tenerlos en sus redes. Mientras pretenden
ser servidores de Cristo, en realidad lo son del pecado. Algunos
ministros piensan demasiado en el sueldo que reciben. Trabajan por
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un salario y pierden de vista el carácter sagrado y la importancia de
la obra.
Algunos se tornan laxos y negligentes en su trabajo; recorren
el campo de labor pero son débiles y sus esfuerzos no tienen éxito.
No tienen puesto el corazón en la obra. La teoría de la verdad es
clara, pero muchos de ellos no participaron en la investigación de la
verdad mediante el estudio intenso y la oración ferviente, y no saben
nada de su hermosura y valor por no haber tenido que verse forzados
a sostener sus posiciones contra la oposición de sus enemigos. No
ven la necesidad de preservar un espíritu de consagración total a la
obra. Su interés se encuentra dividido entre ellos mismos y la obra.
Se me hizo ver que antes de que la obra de Dios pueda realizar un
progreso decidido, los ministros deben convertirse. Cuando lo estén,
estimarán menos los sueldos y colocarán un valor mucho mayor
sobre la obra importante, sagrada y solemne que han aceptado de
mano de Dios para llevar a cabo, y que él requiere que cumplan