Página 490 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
fielmente y con eficiencia, como quienes tendrán que rendir estricta
cuenta. Los ángeles anotadores realizan cada día un fiel registro de
su trabajo. Todos sus actos, y hasta las intenciones y propósitos de su
corazón, aparecen revelados con fidelidad. Nada permanece oculto
para el ojo que todo lo percibe de Aquel de quien dependemos. Los
que han puesto todas sus energías en la causa de Dios, y que se
han arriesgado a invertir algo, sentirán que la obra de Dios es una
parte de ellos, de modo que no trabajarán únicamente por un sueldo.
No serán siervos infieles que tratan de agradarse a sí mismos, sino
que se consagrarán ellos mismos con todos sus intereses a esta obra
solemne.
Algunos ministros, en su obra pública en las iglesias, corren
el peligro de cometer errores por falta de minuciosidad. Por su
interés personal y el de la obra debieran escudriñar de cerca sus
propios motivos y asegurarse de que se han despojado de todo
orgullo. Debieran vigilar para evitar que mientras predican verdades
definidas a otros, dejen de regir su vida por la misma norma y
permitan que Satanás introduzca otra cosa en lugar de una profunda
investigación de los motivos del corazón. Debieran ser minuciosos
consigo mismos y con la causa de Dios, no sea que trabajen sólo por
un salario y pierdan de vista el carácter importante y exaltado de la
obra. No debieran permitir que el yo los gobierne en vez de que lo
haga Jesús, y debieran tener cuidado de no decir a los pecadores de
Sión que todo saldrá bien, cuando Dios ha pronunciado maldición
sobre ellos.
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Los ministros deben levantarse y manifestar vida, celo y devoción
por aquello que han desestimado por no haber caminado con Dios.
La causa de Dios en muchos lugares no está mejorando. Es necesario
que se examine el alma. La gente está sobrecargada de saciedad,
ebriedad y los cuidados de esta vida. Están penetrando cada vez más
profundamente en un espíritu de empresa mundana. Ambicionan
obtener ganancias. La espiritualidad y la devoción escasean. El
espíritu que prevalece es trabajar, acumular y añadir a lo que ya se
posee. “¿Cuál será el fin de estas cosas?” era mi preocupación.
Las reuniones realizadas en las asociaciones no han conseguido
un bien duradero. Los que asisten a las reuniones llevan consigo un
espíritu comercializado. Los ministros y el pueblo con frecuencia
llevan sus mercaderías a esas reuniones a las que asiste una numerosa