Página 491 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Nuestros ministros
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concurrencia, y las verdades presentadas desde el púlpito no logran
impresionar el corazón. La espada del Espíritu, la palabra de Dios, no
consigue hacer su obra; cae inofensivamente en los oyentes. Se hace
que la exaltada obra de Dios se relacione demasiado estrechamente
con las cosas comunes.
Los ministros deben convertirse antes de que puedan fortalecer
a sus hermanos. No debieran predicar lo que ellos quieren, sino a
Cristo y su justicia. Se necesita una reforma entre el pueblo, pero
primero debiera comenzar su obra purificadora con los ministros.
Son los centinelas que vigilan las murallas de Sión, para dar la
alarma a los descuidados y los incautos; y también para describir la
suerte de los hipócritas que hay en Sión. Me pareció que algunos
de los ministros habían olvidado que Satanás todavía estaba vivo, y
que aún era tan perseverante, fervoroso y artero como siempre; que
todavía procuraba atraer con sus seducciones a las almas fuera del
camino de la justicia.
Una parte importante de la obra ministerial es presentar fielmente
al pueblo la reforma de la salud en su relación con el mensaje del
tercer ángel, como parte integrante de la misma obra.
Debieran adoptarla ellos mismos e impulsarla entre todos los
que profesan creer la verdad.
Los ministros no debieran tener intereses separados fuera de la
gran obra de conducir las almas a la verdad. Aquí se necesitan todas
sus energías. No debieran dedicarse a los negocios ni a las ventas en
vez de llevar a cabo esta obra grandiosa. El solemne encargo dado a
Timoteo los afecta con la misma fuerza, colocando sobre ellos las
obligaciones más solemnes y las más temibles responsabilidades.
[414]
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará
a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que
prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redar-
guye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
2 Timoteo
4:1-2
. “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra
de evangelista, cumple tu ministerio”.
vers. 5
.
Los malos hábitos de vida han disminuido nuestras sensibili-
dades mentales y físicas, y toda la fuerza que podamos adquirir
mediante los hábitos de vida correctos y la práctica de los principios
de salud y vida, debiéramos dedicarla sin reserva a la obra que Dios
nos ha asignado. No podemos permitirnos emplear la escasa, débil