Página 506 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La reforma pro salud
En la visión que recibí en Róchester, Nueva York, el 25 de di-
ciembre de 1865, se me mostró que nuestro pueblo observador del
sábado ha sido negligente y no ha obrado en conformidad con la luz
que Dios le ha dado con respecto a la reforma pro salud, que aún
tenemos ante nosotros una gran obra que debemos realizar, y que
como pueblo hemos sido demasiado renuentes para avanzar a fin de
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aprovechar las oportunidades preparadas por la providencia de Dios
según la dirección en que desea que vayamos.
Se me mostró que escasamente se ha comenzado la obra de la
reforma pro salud. Mientras algunos sienten profunda preocupación
por esto y toman la iniciativa, otros permanecen indiferentes y ape-
nas han dado los primeros pasos en la reforma. Dan la impresión
de estar presos en la incredulidad, y como esta reforma restringe
el apetito sensual, muchos se desentienden de ella. Tienen otros
dioses delante del Señor. Su gusto, su apetito, es su dios; y cuando
se coloca el hacha en la raíz del árbol y los que han complacido
sus apetitos depravados a expensas de su salud resultan afectados,
cuando se les da a conocer su pecado y se les muestran sus ídolos,
entonces no desean ser convencidos; y aunque la voz de Dios les
hablara directamente para abandonar esos hábitos destructores de la
salud, algunos seguirían aferrados a las cosas dañinas que acarician.
Parecían estar unidos a sus ídolos, y Dios pronto dirá a sus ángeles:
Déjenlos.
Se me mostró que la reforma pro salud es parte del mensaje del
tercer ángel y está tan íntimamente ligada a él como el brazo y la
mano lo están al cuerpo humano. Vi que como pueblo debemos
avanzar en esta gran obra. Los ministros y el pueblo deben actuar
en armonía. El pueblo de Dios no está preparado para el fuerte
clamor del tercer ángel. Sus hijos tienen una tarea que hacer por
sí mismos que no debieran dejar que Dios la haga por ellos. El
ha dejado esa obra para que ellos la lleven a cabo. Es una obra
individual; nadie puede hacerla por otro. “Así que, amados, puesto
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