Página 51 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

Alejamiento de la Iglesia Metodista
47
de un estado mortal a uno de inmortalidad. Le respondí que deseaba
que Jesús viniera y llevara a sus hijos; y estaba dispuesta a vivir o
a morir, según fuera la voluntad de Dios y que podría fácilmente
soportar todo el dolor que se pudiera sufrir en un momento, en un
abrir y cerrar de ojos; que deseaba que las ruedas del tiempo giraran
rápidamente y trajeran el día deseado cuando estos cuerpos viles
fueran transformados a la semejanza del gloriosísimo cuerpo de
Cristo. También expresé que cuanto más cerca vivía del Señor, tanto
más fervientemente anhelaba que él apareciera. Al llegar a ese punto,
algunos de los presentes dieron muestras de mucho desagrado.
Cuando el anciano que dirigía habló a otros en la clase, expresó
gran gozo en la anticipación del milenio temporal, cuando la tierra
sería llenada de conocimiento del Señor, así como las aguas cubren
el mar. Dijo que anhelaba el advenimiento de ese período. Una
vez terminada la reunión, tuve la impresión de que las mismas
personas que antes me habían tratado con bondad y amistad ahora me
trataban con marcada frialdad. Mi hermano y yo regresamos al hogar
llenos de tristeza porque nuestros hermanos no nos comprendían,
y porque el tema de la pronta venida de Jesús despertaba en ellos
una oposición tan enconada. Sin embargo, estábamos agradecidos
porque podíamos discernir la preciosa luz y regocijarnos en la espera
de la venida del Señor.
[41]
Poco después de esos acontecimientos volvíamos a asistir a una
clase de instrucción. Deseábamos tener la oportunidad de hablar del
precioso amor de Dios que nos animaba interiormente. Especial-
mente yo deseaba hablar de la bondad y la misericordia que Dios
había tenido conmigo. Había experimentado un cambio tan grande
que me parecía que era mi deber aprovechar toda oportunidad para
testificar del amor del Salvador.
Cuando llegó mi turno de hablar, expuse las evidencias que
me hacían disfrutar del amor de Jesús, y dije que esperaba con gran
anticipación el pronto encuentro con mi Redentor. La creencia de que
la venida de Cristo estaba cercana había conmovido mi espíritu y me
había inducido a buscar con más fervor la santificación del Espíritu
de Dios. A esta altura de mi exposición, el dirigente de la clase me
interrumpió diciendo: “Usted ha recibido la santificación mediante
el metodismo, mediante el
metodismo,
hermana, y no por medio de
una teoría errónea”. Me sentí compelida a confesar la verdad que no