Página 518 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
entre veinte que profesan la verdad presente, que obedezca estas
enseñanzas bíblicas. Los jóvenes no leen suficientemente la Palabra
de Dios para conocer sus derechos sobre ellos; pero esas verdades
los juzgarán en el gran día de Dios, cuando los jóvenes y los ancianos
serán recompensados de acuerdo con sus obras.
[437]
El apóstol Juan dice: “Os escribo a vosotros, jóvenes, porque
sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis
vencido al maligno. No améis el mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en
él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre,
sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre”.
1 Juan 2:14-17
.
Esta exhortación presentada a los jóvenes también se extiende
a las señoritas. Su juventud no los excusa de las responsabilidades
que les son inherentes. Son fuertes y no han sido fatigados por las
preocupaciones y el peso de los años; sus afectos son ardientes, y
si los retiran del mundo y los colocan sobre Cristo y el cielo, y si
hacen la voluntad de Dios, permanecerán para siempre y vivirán
eternamente coronados de gloria, honra, inmortalidad y vida eterna.
Si los jóvenes viven para gratificar la concupiscencia de la carne
y de los ojos, y el orgullo de la vida, están buscando las cosas del
mundo, complaciendo a su gran adversario y apartándose del Padre.
Y cuando estas cosas anheladas desaparecen, sus esperanzas que-
dan desbaratadas y perecen sus expectativas. Separados de Dios, se
arrepentirán entonces amargamente de su locura manifestada en el
servicio de su placer personal, en la gratificación de sus deseos indi-
viduales, y por haber vendido por unos momentos de frívolo goce,
una vida de bienaventuranza de la cual hubieran podido disfrutar
eternamente.
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”, di-
ce el apóstol inspirado. Luego añade esta advertencia: “Si alguno
ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Resulta alarmante
comprobar que el amor al mundo predomina en las mentes de los
jóvenes. Ellos aman definidamente el mundo y las cosas que están
en él, y por esta misma razón no existe lugar para el amor de Dios
en sus corazones. Encuentran placer en el mundo y en las cosas del
mundo, pero no conocen al Padre ni los dones de su Espíritu. Dios