Página 53 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

Alejamiento de la Iglesia Metodista
49
distribuirlos gratuitamente. Eso era lo mejor que podíamos hacer.
Y aunque era poco, lo llevamos a cabo gozosamente. Yo podía
ganar solamente 25 centavos de dólar por día; pero me vestía con
sencillez, y no gastaba nada en adornos innecesarios, porque la
vana ostentación me parecía pecaminosa. Por eso siempre tenía
un pequeño fondo en reserva para comprar libros adecuados. Este
material lo entregaba a personas de confianza para que lo enviaran
al extranjero.
Yo consideraba muy valiosa cada hoja impresa, porque era un
mensajero de luz enviado al mundo, que instaba a prepararse para
el gran acontecimiento que estaba por ocurrir. Día a día me sentaba
en la cama apoyada en almohadas para hacer mi trabajo con dedos
temblorosos. ¡Con cuánto cuidado guardaba las preciosas monedas
de plata que recibía por mi trabajo, y que debía gastar para comprar
material de lectura que iluminara y despertara a los que se encontra-
ban en tinieblas! No sentía tentación alguna de gastar lo que ganaba
en cosas que me produjeran satisfacción personal; la salvación de
las almas constituía la preocupación de mi mente, y sentía aflicción
por los que se hacían ilusiones pensando que vivían en seguridad,
mientras el mensaje de amonestación se estaba dando al mundo.
Cierto día escuché una conversación entre mi madre y una her-
mana, con respecto a una conferencia a la que habían asistido re-
cientemente, en la que habían oído decir que el alma carecía de
inmortalidad natural. Repitieron algunos pasajes bíblicos que el pas-
tor había ofrecido como prueba. Entre ellos recuerdo los siguientes,
[43]
que me causaron una fuerte impresión: “El alma que pecare esa
morirá”.
Ezequiel 18:20
. “Porque los que viven saben que han de
morir; pero los muertos nada saben”.
Eclesiastés 9:5
. “La cual a su
tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes
y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad”.
1 Timoteo
6:15-16
. “Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan
gloria y honra e inmortalidad”.
Romanos 2:7
. Después de haber
citado mi madre el último pasaje mencionado, dijo.
•¿Por qué tendrían que buscar lo que ya poseen?
Escuché esas nuevas ideas con un interés profundo y doloroso.
Cuando quedamos solas con mi madre, le pregunté si realmente
creía que el alma no era inmortal. Respondió que le parecía que