Página 57 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

Alejamiento de la Iglesia Metodista
53
Poco tiempo después se nos notificó que debíamos presentar-
nos en una reunión que se efectuaría en un aposento anexo de la
iglesia. Había pocos miembros presentes. La influencia de mi pa-
dre y su familia era tal que nuestros opositores no habían querido
presentar nuestro caso a toda la congregación. El único cargo que
se nos imputó fue que habíamos contrariado los reglamentos de la
iglesia. Cuando preguntamos cuáles reglamentos habíamos violado,
se nos dijo tras un poco de vacilación, que habíamos asistido a otras
reuniones y que habíamos descuidado de reunirnos regularmente
con nuestra clase. Contestamos que parte de la familia había estado
en el campo durante cierto tiempo, que ninguno de los que habían
permanecido en la ciudad se había ausentado de las reuniones de
instrucción por más de unas pocas semanas, y que se habían visto
moralmente obligados a permanecer alejados porque los testimonios
que habían dado habían sido recibidos con mucha desaprobación.
También les recordamos que algunas personas que no habían asis-
tido a las reuniones de instrucción durante un año todavía seguían
siendo miembros regulares de la iglesia.
Se nos preguntó si estábamos dispuestos a confesar que nos ha-
bíamos alejado de sus reglamentos, y también que si prometíamos
conformarnos a ellos en el futuro. Contestamos que no nos atrevía-
mos a abandonar nuestra fe o a negar la sagrada verdad de Dios, que
no podíamos abandonar la esperanza de la pronta venida de nuestro
Redentor, y que debíamos seguir adorando a nuestro Señor en la
misma forma, aunque ellos lo consideraran una herejía. Mi padre
recibió la bendición de Dios al presentar su defensa y todos nos
retiramos experimentando una gran libertad y gozosos en el conoci-
miento de que obrábamos rectamente y teníamos la aprobación de
Jesús.
[47]
El domingo siguiente, al comienzo de la celebración religiosa
llamada ágape, el anciano de la iglesia que dirigía leyó nuestros
nombres, siete en total, y dijo que habíamos sido eliminados de la
iglesia. Declaró que no se nos expulsaba debido a conducta indebida
o inmoral, que teníamos un carácter sin tacha y una reputación envi-
diable, pero que habíamos sido declarados culpables de contrariar
los reglamentos de la Iglesia Metodista. También declaró que con
eso se había abierto una puerta y que todos los que fueran hallados