Página 575 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El instituto de salud
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El Dr. E ha cometido un grave error respecto al ejercicio y las
diversiones, y uno aún mayor en su enseñanza sobre la experiencia y
la excitación religiosas. La religión de la Biblia no es perjudicial a la
salud del cuerpo y de la mente. La influencia elevadora del Espíritu
de Dios es el mejor reconstituyente para el enfermo. El cielo es
todo salud, y mientras más plenamente se sientan las influencias
celestiales, más seguro será el restablecimiento del creyente incapa-
citado. La influencia de ideas como las que ha promovido el Dr. E
nos ha alcanzado como pueblo en cierto grado. Los observadores
del sábado y reformadores de la salud deben estar libres de todo
esto. Cada verdadera y genuina reforma nos acercará más a Dios y
al cielo, nos allegará más a Jesús, aumentará nuestro conocimiento
de las cosas espirituales y profundizará en nosotros la santidad de la
experiencia cristiana.
Es cierto que existen mentes desequilibradas que imponen sobre
sí mismas ayunos que las Escrituras no enseñan, y oraciones y
privación de reposo y sueño que Dios jamás ha requerido. Los
tales no son prosperados ni sostenidos en sus actos voluntarios de
justicia. Tienen una religión farisaica que no pertenece a Cristo
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sino a ellos. Confían en sus buenas obras para la salvación, en
vano esperando ganar el cielo por sus obras meritorias en vez de
confiar, como cualquier pecador debiera hacerlo, en los méritos
de un Salvador crucificado, resucitado y exaltado. Es casi seguro
que la gente así se vuelve enfermiza. Pero Cristo y la verdadera
piedad son salud para el cuerpo y fuerza para el alma. Que los
inválidos hagan algo en vez de ocupar sus mentes con simples
juegos, que les disminuyen su estima propia y los inducen a pensar
que sus vidas no tienen utilidad. Manténgase despierto el poder
de la voluntad, porque la voluntad despierta y bien dirigida es un
poderoso calmante de los nervios. Los débiles e incapacitados son
mucho más felices si se mantienen ocupados, y su recuperación
es más fácil. Vi que la mayor maldición que jamás recayó sobre
mi esposo y la hermana F fueron las instrucciones que recibieron
en _____, en relación a permanecer inactivos a fin de recuperarse.
La imaginación de ambos se enfermó, y su inactividad los hizo
pensar y sentir que sería peligroso para su salud y su vida hacer
ejercicio, especialmente si al hacerlo se fatigaban. La maquinaria
del sistema, tan pocas veces puesta en acción, perdió su elasticidad