Página 59 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Oposición de los hermanos nominales
Durante seis meses ni una sola nube se interpuso entre mí y mi
Salvador. Cuando quiera que se presentaba la oportunidad daba mi
testimonio y me sentía muy bendecida. A veces el Espíritu de Dios
reposaba sobre mí con tanto poder que me abandonaban mis fuerzas.
Esto no era bien recibido por algunas personas que habían salido
de las iglesias establecidas, quienes hacían observaciones que me
afligían considerablemente. Muchos no podían creer que una persona
pudiera recibir el Espíritu Santo con tanta intensidad que llegara a
perder sus fuerzas. Mi posición era sumamente aflictiva. Comencé a
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razonar que tal vez tenía alguna justificación para no dar testimonio
en las reuniones, y en esa forma evitar recargar mis sentimientos
cuando había tanta oposición en los corazones de algunos que eran
mayores que yo y tenían más experiencia.
Adopté durante un tiempo este plan de guardar silencio, tratando
de convencerme de que el hecho de no dar mi testimonio no me
impediría vivir fielmente mi religión. A menudo experimenté una
convicción definida de que era mi deber hablar en las reuniones,
pero me abstuve de hacerlo, debido a lo cual sentí que había afligido
al Espíritu de Dios. Hasta me mantuve alejada de las reuniones en
algunas ocasiones cuando asistirían personas a quienes mi testimonio
molestaba. No quería ofender a mis hermanos, lo cual permitió que
el temor a los seres humanos bloqueara esa comunión ininterrumpida
que había tenido con Dios y que había sido de tanta bendición para
mí durante muchos meses.
Habíamos establecido reuniones de oración en diferentes lugares
de la ciudad para acomodar a todos los que deseaban asistir. Asistió
a una de esas reuniones la familia que me había presentado la opo-
sición más enconada. En esa ocasión, mientras la congregación se
encontraba orando, el Espíritu del Señor descendió sobre la reunión,
y uno de los miembros de esa familia cayó postrado como si hubiera
muerto. Sus llorosos familiares lo rodearon, comenzaron a frotarle
las manos y aplicarle medicamentos restaurativos. Finalmente recu-
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