Página 599 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Breve bosquejo de mis actividades
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Decidimos que no compartiríamos nuestro testimonio con esa iglesia
hasta que dieran mejor evidencia de que deseaban nuestros servicios,
y resolvimos trabajar en Convis y Monterrey hasta que las carreteras
mejoraran. Los dos sábados siguientes los pasamos en Convis y
tenemos prueba de haber hecho una buena obra, pues ahora se ven
los mejores frutos.
Regresé al hogar en Battle Creek como una hija fatigada y apesa-
dumbrada que tenía necesidad de palabras de consuelo y ánimo. Me
resulta doloroso declarar que fuimos recibidos con gran indiferencia
por nuestros hermanos, de quienes tres meses antes nos habíamos
separado en perfecta unión, excepto en lo referente al punto de nues-
tra partida. La primera noche que pasamos en Battle Creek, soñé
que había estado trabajando arduamente y había estado viajando
para asistir a una gran reunión, y que me sentía muy apesadumbrada.
Las hermanas arreglaban mi cabello y ajustaban mi vestido, y me
dormí. Al despertar, me asombré y me indigné al ver que se me
había quitado mi ropa y se me había puesto ropa vieja hecha de tiras
y pedazos de tela de cubrecamas remendados. Dije: “¿Qué es lo que
me han hecho? ¿Quién ha hecho esta vergonzosa obra de quitar mi
vestimenta y reemplazarla con andrajos de mendigos?” Rasgué los
harapos y me los quité. Estaba triste, y con angustia grité: “Trái-
ganme de nuevo mis vestiduras que he llevado por veintitrés años y
no he deshonrado ni un solo instante. Si no me devuelven mi ropa,
apelaré al pueblo. Ellos contribuirán y me devolverán mis vestiduras
que he llevado por veintitrés años”. He visto el cumplimiento de este
sueño.
Nos encontramos con informes en Battle Creek que habían sido
puestos en circulación para perjudicarnos, pero no tenían fundamen-
to. Algunos estacionados temporariamente en el Instituto de Salud
y otros que servían en Battle Creek habían escrito cartas, a iglesias
en Míchigan y otros estados, expresando temores, dudas, e insinua-
ciones respecto a nosotros. Me embargó el pesar al escuchar un
cargo procedente de un compañero de labor a quien había respetado,
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según el cual estaban llegando de todas partes informes de lo que
yo habría hablado en contra de la iglesia de Battle Creek. Me sentía
tan pesarosa que no sabía que decir. Encontramos un fuerte espíritu
de acusación contra nosotros. Cuando nos convencimos plenamente
de que este espíritu era real, sentimos nostalgia por nuestro hogar.