Página 603 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Breve bosquejo de mis actividades
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levantó de modo que la planta se enderezó, y me dijo: “Párate mi-
rando al cielo y que tus zarcillos se entrelacen alrededor de Dios.
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Has sido sacudida hasta quedar sin apoyo humano. Puedes mante-
nerte erguida con el poder de Dios y así florecer. Confía en Dios
solamente y esto nunca será en vano, nunca serás desprendida de él”.
Sentí gran alivio, verdadero gozo al ver que la vid que había sido
abandonada ahora era socorrida. Me volví al ángel y le pregunté qué
significaba todo eso. El dijo: “Tú eres esa vid. Sufrirás todo esto, y
cuando ocurran estas cosas, entonces entenderás la representación
de la vid. Dios será para ti ayuda oportuna en tiempo de necesidad”.
Desde entonces quedé convencida de mi deber y me sentí libre
como nunca antes para testificar ante el pueblo. Si alguna vez sentí
que el brazo del Señor me sostenía, fue en esa reunión. La predica-
ción de mi esposo también fue libre y clara, y el testimonio de todos
era: “Hemos tenido una excelente reunión”. Después del regreso de
Monterrey sentí que era mi deber llamar a otra reunión, ya que mis
hermanos no hicieron ningún esfuerzo para aliviar mis sentimientos.
Decidí seguir adelante fortalecida en el Señor y expresar una vez
más mis sentimientos, para librarme de las sospechas e informes
que hicieron circular para hacernos daño. Dí mi testimonio y relaté
asuntos que me habían sido mostrados y la historia pasada de algu-
nos que estaban presentes, advirtiéndoles del peligro y reprobando
sus formas equivocadas de actuar. Dije que se me había colocado en
posiciones de las más desagradables. Cuando se me presentaban en
visión familias e individuos, con frecuencia lo que se me mostraba
era de naturaleza individual, pues censuraba pecados secretos. He
trabajado con algunos durante meses respecto a males de los cuales
otras personas no sabían nada. Cuando mis hermanos observan a
estas personas tristes, y los escuchan expresar dudas respecto a su
aceptación con Dios, acompañadas de sentimientos desalentadores,
me han hecho blanco de sus censuras, como si yo fuera culpable de
que esos individuos estén siendo probados. Los que me censuraban
de esa manera eran totalmente ignorantes en lo que decían. Protesté
contra los que se convertían en inquisidores de mi manera de actuar.
Se me ha asignado el desagradable trabajo de reprender los peca-
dos privados. Si a fin de aclarar sospechas y celos, me pusieran a
ofrecer una explicación completa de mis actuaciones, y llevara al
conocimiento público lo que debía permanecer en privado, estaría