Página 651 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La publicación de testimonios personales
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intentos de justificarse a sí mismos, a veces apelando con lágrimas
a sus propias simpatías, y perdiendo al mismo tiempo de vista sus
propias faltas y pecados. La influencia que estas cosas han tenido
sobre mí ha sido terrible, y a veces me ha llevado al punto de creer
que me iba a volver loca. Los resultados de la conducta de estas
personas ingratas y carentes de consagración me han costado más
sufrimientos y han desgastado mi valor y mi salud diez veces más
que todo el esfuerzo de escribir los testimonios.
Todo esto lo he sufrido, y mis hermanos y hermanas generalmen-
te no se han dado cuenta de nada. No han adquirido una idea exacta
de la cantidad de trabajo y desgaste que he tenido que soportar, ni
de las cargas y sufrimientos que injustamente se me han echado
encima. En varios de mis testimonios publicados he colocado al-
gunas comunicaciones personales, y en algunos casos algunos se
han ofendido porque no publiqué todas las comunicaciones de esta
índole. Debido a su gran número, esto es imposible, y sería también
incorrecto, porque algunas se refieren a pecados que no necesitan -y
no debieran- hacerse públicos.
He decidido, sin embargo, que muchos de estos testimonios
personales deben ser publicados, por cuanto contienen en mayor
o menor grado, amonestaciones y enseñanzas que se aplican a mi-
llares de otras personas que están en condiciones semejantes. A
ellas también debe llegarles la luz que Dios ha visto conveniente
hacer brillar sobre casos como los suyos. Es un error impedir que
alumbre su camino enviándola a una sola persona o un solo lugar,
en donde se la guarda como una luz que se pone debajo de un cajón.
Mis convicciones relativas a mi deber en este punto se han visto
marcadamente reforzadas por el siguiente sueño:
Ante mí se me presentó un bosque de coníferas. Varias personas,
y yo misma, trabajábamos entre ellos. Se me indicó que revisara
con mucho cuidado los árboles y viera si se hallaban en condiciones
de prosperar. Observé que algunos se estaban torciendo y defor-
mando con el viento, y necesitaban una estaca en que apoyarse. Me
hallaba quitando cuidadosamente la tierra de los árboles débiles y
moribundos, para determinar la causa de su condición. En las raíces
de algunos descubrí gusanos. Otros no habían sido regados debida-
mente, y se estaban muriendo por la sequía. Las raíces de otros se
habían amontonado y enredado, lo cual los estaba dañando. Mi tarea