Página 671 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Los pastores, el orden y la organización
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las trompetas; por lo tanto, no había excusa para la confusión en los
movimientos. El jefe de cada compañía daba instrucciones definidas
con respecto a los movimientos que debían ejecutar, y ninguno que
pusiera atención era dejado en la ignorancia con respecto a lo que
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debía hacer. Si alguien no cumplía con los requerimientos que el
Señor le daba a Moisés, y que éste comunicaba al pueblo, era casti-
gado con la muerte. No le servía de nada la excusa de que no sabía
la naturaleza de esos requerimientos, porque con ella sólo probaba
su ignorancia voluntaria; recibía así el justo castigo de su transgre-
sión. Si no sabían la voluntad de Dios concerniente a ellos, era su
propia culpa. Habían tenido las mismas oportunidades de obtener
el conocimiento impartido que el resto del pueblo había tenido. Por
eso, su pecado de no saber, de no comprender, era tan grande a la
vista de Dios como si hubieran escuchado y luego transgredido.
El Señor designó una familia especial de la tribu de Leví para
que llevara el arca. Otros de entre los levitas fueron especialmente
señalados por Dios para llevar el tabernáculo y todos sus muebles, y
para realizar la obra de erigirlo y desarmarlo. Y si cualquier persona,
llevada por la curiosidad o por desorden se salía de su lugar y tocaba
cualquier parte del santuario o los muebles, o hasta se acercaba a
cualquiera de los obreros, debía sufrir la muerte. Dios no dejó su
santo tabernáculo para que fuera llevado, armado o desarmado in-
discriminadamente por cualquier tribu que pudiera elegir el cargo.
En cambio, se eligieron personas que pudieran apreciar el carác-
ter sagrado de la obra en que estaban ocupadas. A esos hombres
elegidos por Dios se les indicó que impresionaran al pueblo con
el carácter especialmente sagrado del arca y de todo lo que tuviera
conexión con ella, de modo que no miraran a esas cosas sin darse
cuenta de su naturaleza santa y fueran cortados de Israel. Todas las
cosas pertenecientes al lugar santísimo debían ser consideradas con
reverencia.
Los viajes de los hijos de Israel están fielmente descritos; la
liberación que el Señor realizó en favor de ellos, su perfecta orga-
nización y orden especial, su pecado al murmurar contra Moisés,
y de ese modo contra Dios, sus transgresiones, sus rebeliones, sus
castigos, sus cadáveres esparcidos en el desierto por no haber que-
rido someterse a las sabias disposiciones de Dios. Todo este fiel