Página 670 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
la legítima libertad, y por lo tanto dignos de ser temidos como el
papismo. Estas almas engañadas consideran que es una virtud hacer
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alarde de su libertad de pensar y actuar en forma independiente. No
aceptan el dicho de nadie. No se unen con nadie. Se me mostró que
la obra especial de Satanás es llevar a los individuos a sentir que su
acto de avanzar por sí mismos está de acuerdo con los propósitos de
Dios, y que deben escoger su propio rumbo, independiente de sus
hermanos.
Se me hizo volver la mirada a los hijos de Israel. Muy pronto
después que dejaron Egipto fueron organizados y disciplinados
cabalmente. En su providencia especial, Dios había calificado a
Moisés para que se pusiera a la cabeza de los ejércitos de Israel.
Había sido un poderoso guerrero en su conducción de los ejércitos
egipcios, y en su liderazgo ningún hombre lo sobrepasaba. El Señor
no dejó que su santo tabernáculo fuera llevado indiscriminadamente
por cualquier tribu que quisiera hacerlo. Fue sumamente cuidadoso,
al punto de especificar el orden que quería que se observara en el
transporte del arca sagrada, y designar una familia especial de entre
los levitas para llevarla. Cuando convenía para bien del pueblo y
para la gloria de Dios que levantaran sus tiendas en cierto lugar, Dios
les revelaba su voluntad haciendo que el pilar de nube descansara
directamente sobre el tabernáculo, donde permanecía hasta cuando
él decidiera que debían reanudar la marcha. En todas sus jornadas se
requería de ellos que observaran perfecto orden. Cada tribu llevaba
un estandarte con el signo de la casa de su padre sobre él, y se
requería que cada tribu acampara bajo su propio estandarte. Cuando
el arca se movía, los ejércitos avanzaban y las diferentes tribus
marchaban en orden bajo sus propios estandartes. El Señor designó
a los levitas como la tribu en cuyo medio se debía transportar el arca
sagrada. Moisés y Aarón marchaban justo al frente del arca, y los
hijos de Aarón los seguían de cerca, cada uno de ellos llevando una
trompeta. Debían recibir las instrucciones de Moisés, y comunicarlas
al pueblo por medio de las trompetas. Esos instrumentos producían
sonidos especiales que el pueblo comprendía, moviéndose entonces
en la forma correspondiente.
Los trompeteros daban primero una señal para llamar la atención
de la gente; luego, todos debían estar atentos y obedecer el sonido
claro de las trompetas. No había confusión de sonido en las voces de