Página 669 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Los pastores, el orden y la organización
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de soldados bien entrenados. Si para la acción exitosa en el campo
de batalla son necesarios el orden y la disciplina, en la obra en
que estamos empeñados se los necesita tanto más cuanto mayor es
el valor del objetivo que procuramos lograr, y más elevado es su
carácter que el de los blancos por los cuales contienden las fuerzas
antagónicas en el campo de batalla. En el conflicto en que estamos
empeñados, hay en juego intereses eternos.
Los ángeles trabajan en armonía. Un orden perfecto caracteriza
todos sus movimientos. Mientras más de cerca imitamos la armonía
y el orden de la hueste angélica, mayor éxito tendrán los esfuerzos
que hagan estos agentes celestiales en favor nuestro. Si no vemos la
necesidad de acción armoniosa, y somos desordenados, indisciplina-
dos y desorganizados en nuestro curso de acción, los ángeles, que
están cabalmente organizados y se mueven en perfecto orden, no
pueden trabajar con éxito por nosotros. Se alejan llenos de tristeza,
porque no están autorizados a bendecir la confusión, la distracción y
la desorganización. Todos los que desean la cooperación de los men-
sajeros celestiales deben trabajar al unísono con ellos. Los que tienen
la unción de lo alto promoverán en todos sus esfuerzos el orden,
la disciplina y la unidad de acción, y entonces los ángeles de Dios
pueden cooperar con ellos. Pero estos mensajeros celestiales jamás
pondrán su aprobación sobre la irregularidad, la desorganización y
el desorden. Todos estos males son el resultado de los esfuerzos que
hace Satanás por debilitar nuestras fuerzas, destruir nuestro valor e
impedir la acción eficaz.
Satanás sabe muy bien que el éxito sólo puede ser el resultado del
orden y la acción armoniosa. Bien sabe que todo lo conectado con
el cielo está en perfecto orden, que la subordinación y la disciplina
más completa marcan los movimientos de la hueste angélica. Se
esfuerza en forma deliberada para llevar a los cristianos profesos
tan lejos de las disposiciones celestiales como le sea posible. Por
lo tanto, engaña aun al pueblo profeso de Dios y los hace creer que
el orden y la disciplina son enemigos de la espiritualidad, que la
única conducta segura para ellos consiste en dejar que cada uno
siga su propio camino, y en permanecer especialmente distintos de
los cuerpos de cristianos que están unidos y trabajan por establecer
disciplina y armonía de acción. Todos los esfuerzos hechos por
establecer orden son considerados peligrosos, una restricción de