Página 712 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
partan con ellos alegremente aquello de lo cual Dios les ha hecho
mayordomos. No hagan estos pequeños favores con desgano. Al
hacer estas cosas en favor de los discípulos de Cristo, las hacéis en
favor del Maestro. Del mismo modo, si escatimáis a los santos de
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Dios vuestra hospitalidad, se la negáis también a Jesús.
La reforma pro salud es esencial para ustedes dos. La Hna. B ha
sido lenta en esta buena obra, y ha dejado que en ella se levante opo-
sición, sin saber a qué se estaba oponiendo. Ha resistido el consejo
de Dios en perjuicio de su propia alma. El apetito intemperante ha
provocado debilidad y enfermedad, debilitando los poderes morales,
y haciéndola incapaz de apreciar la sagrada verdad, el valor de la
expiación, que es esencial para la salvación. La Hna. B ama este
mundo. En sus afectos no se ha separado del mundo para entregarse
sin reservas a Dios, como él requiere. El Señor no aceptará un sacri-
ficio a medias.
Todo, todo, todo
es de Dios, y se nos exige rendir un
servicio perfecto. Dice Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo [no moribundo], santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis
cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Roma-
nos 12:1, 2
. ¡Qué privilegio se nos depara, de probar por nosotros
mismos, experimentalmente, la mente del Señor y su voluntad para
con nosotros! ¡Alabemos su querido nombre por este precioso don!
Se me ha mostrado que, antes que la Hna. B pueda aferrarse con
seguridad del mundo mejor, debe romper su asidero de este mundo.
Hno. B, usted debe moverse con cuidado y mantener el control
sobre su yo. Sea paciente, bondadoso y humilde. A la vista de Dios es
de gran precio el espíritu manso y apacible. Usted debiera apreciar
lo que Dios considera de valor. En la vida de ustedes dos debe
cumplirse una obra definida si quieren estar a la altura de la medida
de Dios. Trabajad mientras dura el día, pues viene la noche, en la
cual nadie puede obrar. Colocaos ambos en la claridad de la luz, y
luego podréis dejar que vuestra luz brille de tal modo que otros, al
ver vuestras buenas obras, sean guiados a glorificar a vuestro Padre
celestial.
Greenville, Míchigan, 23 de enero de 1868
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