Página 711 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La contraseña del cristiano
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campamento llevando el oprobio, porque así hizo el Capitán de su
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salvación. Las cualidades de un obispo, un anciano o un diácono son
que sea “irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no
iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo,
santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha
sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza
y convencer a los que contradicen”.
Tito 1:7-9
.
Pablo enumera los preciosos dones que debemos desear, y exhor-
ta a los hermanos: “El que reparte, [hágalo] con liberalidad; el que
preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor
sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los
unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos
los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos;
fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza;
sufridos
en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo
para las necesidades de
los santos
; practicando la hospitalidad”.
Romanos 12:8-13
. “A los ricos de este siglo manda que no sean
altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son incier-
tas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia
para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas
obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento
para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”.
1 Timoteo
6:17-19
. Aquí se nos propone una inversión sabia y perfectamente
segura; las buenas obras se nos especifican y recomiendan para que
las practiquemos, para que
usted
las practique. Aquí hay valiosas
ganancias, sin el peligro de fracasar. Se puede asegurar un tesoro en
el cielo, una acumulación constante que le dará al inversionista un
título de vida eterna. Y cuando se termine su vida aquí y se cierre el
tiempo de gracia, podrá aferrarse de la vida eterna.
Hermano B, a usted no le gusta la hospitalidad; usted rechaza
las cargas. Siente que es una pesada tarea alimentar a los santos y
atender a sus necesidades, y que todo lo que se haga en este sentido
es pérdida. Le ruego que lea los pasajes citados más arriba, y mi
ferviente oración es que Dios le conceda comprensión y discerni-
miento. Como familia, ustedes necesitan cultivar la liberalidad y
preocuparse menos de sí mismos. Aprecien la oportunidad de invitar
a los hijos de Dios a su casa, y según lo requiera la ocasión, com-