Página 714 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La simpatía en el hogar
Queridos Hno. y Hna. C: Se me han presentado sus casos en
visión. Al contemplar las vidas de ustedes, parecían ser un terrible
error. Hno. C, usted no posee una disposición alegre. Y por no sentir-
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se usted feliz, tampoco hace felices a los demás. No ha cultivado el
afecto, la ternura y el amor. Su esposa ha sufrido, a través de toda su
vida matrimonial, por falta de simpatía. Su matrimonio ha sido muy
parecido a un desierto; son pocas las etapas verdes que se puedan
recordar con alguna gratitud. Las cosas no necesitaban haber sido
así.
Así como el fuego no puede mantenerse ardiendo sin combusti-
ble, tampoco el amor puede existir sin que se lo exprese en actos vi-
sibles. A usted, Hno. C, le ha parecido que no estaba a la altura de su
dignidad el manifestar ternura a través de actos de bondad, y buscar
alguna oportunidad de expresarle afecto a su esposa pronunciando
palabras de ternura y preocupación bondadosa. Sus sentimientos
son variables, y los afectan marcadamente las circunstancias que lo
rodean.
Usted no ha pensado en que fuera malo y desagradable a Dios
el permitir que su mente se envolviera completamente en el mundo,
para luego llevar sus perplejidades mundanales al seno de su familia,
dejando así que el adversario entrase en su hogar. Es así muy fácil
para usted abrir la puerta, pero descubrirá que no es nada fácil
cerrarla; una vez que se ha dejado entrar al enemigo, es muy difícil
echarlo fuera. Al salir de su lugar de trabajo, deje allí sus cuidados,
perplejidades y molestias relativas al negocio. Preséntese ante su
familia con el rostro alegre, con simpatía, ternura y amor. Esto será
mejor que gastar dinero en medicinas o médicos para su esposa. Será
salud para el cuerpo y fuerza para el alma. La vida de ambos ha sido
miserable. Los dos habéis actuado de manera que sea así. Dios no
se siente complacido con vuestra miseria; la habéis atraído sobre
vosotros por falta de dominio propio.
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