Página 81 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Llamada a viajar
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noche con gran libertad. Parecía que un ángel se encontraba a mi
lado para fortalecerme. En esa casa se escucharon exclamaciones de
gloria y victoria y la presencia de Jesús se sintió entre nosotros.
En mis trabajos se me llamó a oponerme contra las acciones de
algunas personas que en su fanatismo estaban acarreando oprobio
sobre la causa de Dios. Esos fanáticos pensaban que la religión
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consistía en grandes manifestaciones de agitación y ruido. Hablaban
en una forma que irritaba a los incrédulos y los hacía odiarlos a
ellos y las doctrinas que enseñaban; y ellos, debido a eso, se re-
gocijaban porque sufrían persecución. Los incrédulos no lograban
ver coherencia en su conducta. Como resultado de esto, en algunos
lugares la gente impidió a los hermanos que se reunieran para tener
sus cultos. Los inocentes sufrieron con los culpables. Yo me sentía
muy afligida la mayor parte del tiempo. Parecía una crueldad que la
causa de Cristo sufriera perjuicio debido al comportamiento de esos
hombres poco juiciosos. No sólo estaban arruinando sus propias al-
mas, sino también estaban colocando sobre la causa un estigma que
no sería fácil quitar. Y Satanás se complacía con eso. Le convenía
mucho que la verdad fuera manejada por hombres no santificados, y
que se mezclara con el error para que todo fuera arrastrado por el
polvo. Contemplaba con aire de triunfo el estado de confusión y la
dispersión de los hijos de Dios.
Una de esas personas fanáticas trabajó con cierta medida de éxito
para indisponer contra mí a mis amigos y aun a mis familiares. De-
bido a que yo había relatado fielmente lo que se me había mostrado
con respecto a su comportamiento no cristiano, él hizo circular false-
dades para destruir mi influencia y justificarse a sí mismo. Mi suerte
era muy dura. El desánimo me asaltaba intensamente, y la condición
del pueblo de Dios me llenaba tanto de angustia que durante dos
semanas me sentí postrada y enferma. Mis amigos pensaban que no
podría vivir, pero los hermanos que simpatizaban conmigo en esa
aflicción se reunieron para orar en mi favor. Pronto comprendí que
se ofrecían oraciones fervorosas y eficaces por mi restablecimiento.
La oración prevaleció. El poder del enemigo fue quebrantado y yo
fui libertada. Inmediatamente se me dio una visión. En ella vi que si
sentía que influencias humanas afectaban mi testimonio, no impor-
taba dónde ocurriera eso, lo único que tenía que hacer era clamar a
Dios, porque él enviaría un ángel en mi rescate. Ya tenía un ángel